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Wilhelmina (Mina) Schroeder-Andresen de Punta Arenas: la primera mujer en la Antártica

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Despedido con un brindis de “champagne” y vítores de la población de Punta Arenas, a mediados de diciembre de 1908 el explorador francés Jean Charcot y la tripulación del cutter Pourquoi pas? pusieron rumbo al sur, hacia a los archipiélagos del Mar de Bellinghausen, Antártica Chilena. Uno de los próceres del denominado “período heroico de la exploración científica antártica”, Charcot había visitado nuestra capital austral para asegurar el apoyo de la comunidad puntarenense, en particular del Cónsul Honorario de Francia, el pionero magallánico Juan Blanchard, y los propietarios de la Sociedad Ballenera de Magallanes, la primera empresa en radicarse en la Antártica (1906).

Luego de cruzar el sector americano del Océano Austral, en vísperas de la navidad de 1908 el Pourquois pas? ingresó a la bahía interior de la Isla Decepción, Shetland del Sur, para presentarse ante el administrador de la ballenera chilena, el gran héroe polar de Chile, Adolf-Amandus Andresen. Después de fondear en la Caleta Balleneros junto al buque factoría chileno “Gobernador Bories” (a la época la nave de mayor calado en la Antártica), Charcot debió sortear los cadáveres de las ballenas que en esos momentos eran faenadas en medio un ruido ensordecedor y el hedor propio de tales trabajos. Una vez entregado el correo para los balleneros chilenos (incluida la carta del Directorio de la ballenera para que se le entregaran algunas toneladas de carbón para su cometido científico), el explorador preguntó al capitán Andresen si él y su tripulación podían ser de alguna ayuda. Para sorpresa del francés, el marino chileno solicitó que el médico de la expedición Charcot visitara a “la señora Andresen”, quien,, en ese momento se encontraba indispuesta.

Sorprendido por la noticia Charcot anota en su diario que “la señora Andresen” era sin duda ¨la primera y única mujer que jamás ha venido a la Antártica”, agregando que, acompañada de un “loro chileno”, con gran dignidad vivía a bordo del buque factoría de la empresa de su esposo.

Hace algunos años tuvimos ocasión de visitar en su hogar de Sandfjord, Noruega, a la última de las sobrinas del capitán Andresen. Para entonces ya anciana ella recordaba que, siendo una niña de corta edad, había estado lista para emigrar a Magallanes. Con gran viveza recordaba a la “tía Mina”, la dama antártica mencionada por Charcot.

Consultada acerca del matrimonio del tío “Mandus”, después de un largo rato, la anciana noruega confesó que que el ‘tio Mandus” era luterano y la “tía Mina” católica; además, dijo, “antes la tía Mina había estado casada”.

Los archivos de Punta Arenas indican que “Mina” era en realidad Wilhelmina Schroeder, nacida a comienzos de la década de 1870 en el norte de Alemania (entonces Dinamarca), y que quince años antes había arribado a Magallanes para contraer matrimonio con un comerciante alemán residente. El Capitán Andresen, por su parte, había nacido en Sandfjord, sobre el Fiordo de Oslo, y hacia la misma época se había radicado en Punta Arenas. Una larga serie de cartas a su familia dan cuenta de su rápido ascenso en la comunidad marinera de la época, dedicado tanto al comercio de cabotaje con la costa Atlántica y las Islas Falkland, como, al menos desde 1903, a las actividades balleneras en los espacios marítimos chilenos al sur del Estrecho de Magallanes. En una de esas cartas (fechada en diciembre de 1902), Andresen informaba a su madre acerca de su matrimonio con Mina, agregando que, si no fuera por ella, no habría conservado ni un solo centavo de sus honorarios de marino…

Es probable que la proximidad entre los dialectos de los pueblos de las costas enfrentadas de la Península de Jutlandia y los fiordos del sur de Noruega facilitaran el diálogo entre “Mina” y “Mandus”, y les ayudaran a convertirse en una pareja magallánica que ha dejada una profunda huella no solo en la historia de Punta Arenas, sino en la historia de la Antártica. En los hechos, Mina Schroeder-Andresen de Punta Arenas no solo precedió, por muchas décadas a las primeras científicas que, a partir de la década de 1960, se incorporaron a la cooperación científica en el sector de las Islas Shetland del Sur, sino que, más que probablemente, fue la primera mujer (una magallánica) en cruzar el Círculo Polar Antártico.

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