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Los lentes de la justicia de género: desafiando las opresiones

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El acceso a la justicia tiene múltiples entradas. Cualquiera sea la puerta que las mujeres toquemos, accedemos con cerrojos, vetos y condiciones. No hemos ingresado en igualdad de condiciones. No somos las únicas, también nos acompañan los pueblos originarios, las mujeres afrodescendientes y migrantes, personas con discapacidad, personas de bajos ingresos, solo por nombrar algunas. Lamentablemente, la lista de la exclusión es larga, pero la esperanza es que en Chile hay señales concretas para colocar los pilares que nos permitan avanzar en derechos para todas las personas sin discriminación.

A pesar de estas exclusiones, discriminaciones y tratos injustos; las mujeres nos hemos rebelado con ideas y propuestas. Nos hemos puesto lentes para mirar la realidad, cuestionado los marcos vigentes y proponiendo otras formas de conocimientos; relevando esa capacidad innata que tiene la humanidad de cuestionar y modificar los vínculos de convivencia, para que la vida sea vivible.

En el centro de nuestras reivindicaciones, está un modo de convivencia que respete y garantice nuestros derechos, que haga realidad el mandato de que mujeres y hombres nacemos libres en igualdad y derechos.

Para este anhelo justo, la nueva Constitución es una oportunidad histórica. Las mujeres nos movilizamos, nos organizamos, dialogamos para cambiar nuestros destinos y tener una mejor vida. Nos articulamos en diversos espacios para hacer valer nuestras demandas que la actual Constitución Política no nos reconoce.

En este año, en el proceso constituyente hemos reivindicado la democracia paritaria, una vida libre de violencia, igualdad real, derechos sexuales y reproductivos, derecho al cuidado, transversalización del enfoque de género, derechos sexuales y reproductivos y los derechos humanos, en general. Y nuestras demandas históricas han sido reconocidas y recogidas en el texto constitucional.

Detrás de nuestras reivindicaciones, están las luchas de nuestras ancestras, de distintas generaciones; que nos han guiado en este proyecto de convivencia, en este nuevo un rayado de cancha, en este esperanzador marco constitucional que nos ayudará a transformar un orden de género jerárquico que nos excluye y nos oprime.

Nuestras demandas y su concreción no pueden ser miradas de manera separada, son un todo, que se expresa en derechos, distribución del poder, reorganización institucional, libertades y también en una forma de ejercer la justicia. Con estos lentes nuevos, que permitan  reconocer el lugar de subordinación de las mujeres y que valore nuevas formas de vinculación y organización social de la reproducción y producción de la vida.

En nuestras reivindicaciones no está que la justicia falle a favor de las mujeres, lo que reivindicamos es que la justicia considere los elementos culturales que vienen generando desigualdad, injusticia y una posición inferior de las mujeres en relación a los hombres: la necesaria justicia de género.

El sistema de administración de justicia no está ajeno a los discursos, prácticas y resistencias en materia de igualdad real entre hombres y mujeres, tanto en el acceso a cargos en las instancias superiores del Poder Judicial como en su fallos.

La justicia sigue siendo sexuada, resuelve con base al estándar masculino y la aspiración es que jueces y juezas resuelvan con enfoque de género; que considera las diferencias de género, las respete y valorice.  La justicia con enfoque de género  permitirá a quien deba resolver un conflicto, contar herramientas para analizar una situación determinada, mirando la realidad del país y las diferencias sexuales que se han establecido como una constante discriminación.

Así nadie podrá decir que las “dueñas de casa” no trabajan, quitándole valor económico y social a las tareas de cuidado. Así podremos aspirar a rebajar la cifra insultante de que un alto porcentaje de pensiones alimenticias no se pagan y que somos las mujeres quienes tenemos que asumir el costo de un Estado que no garantiza derechos.

Así ningún perito podrá decir que una mujer divorciada es “buena madre” si decide no volver a tener una pareja y no llevar a otros hombres a la casa y que un hombre es “buen padre” porque se volvió a casar y tiene un hogar donde recibir a sus hijas o hijos

Demandamos justicia de género, para construir una puerta, que al tocarla nos permita acceder a una justicia real, que nos crea y escuche, la cual se nos ha  negada por tanto tiempo.  Nada más ni nada menos.

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