Niñas y niños tienen la misma capacidad de desarrollar habilidades y talentos. Sin embargo, durante su infancia los rodeamos de estereotipos y prejuicios que producen una brecha de género desde temprana edad. Un ejemplo de ello es que cuando las niñas apenas cursan primero básico creen que su desempeño en matemáticas es más bajo, cuando la realidad es todo lo contrario. Esa concepción -seguramente, entre muchas otras- ha generado que las mujeres se alejen de las áreas de ciencias e ingeniería y participen en menor proporción en estas disciplinas.
Según un informe de la Unesco, sólo el 35% de los estudiantes matriculados en las carreras vinculadas a las disciplinas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) en la educación superior en el mundo son mujeres y apenas el 3% de las estudiantes de la educación superior escogen realizar estudios en el ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
En Chile, por su parte, las mujeres eligen mayormente carreras relacionadas con educación (85%), salud y servicios (78%), mientras que los hombres optan por las áreas de ingeniería, industria y construcción (83%) y ciencias (77%), de acuerdo a cifras del Observatorio de Género en Educación Superior.
Si bien, las carreras escogidas por mujeres son igualmente importantes que las STEM ya mencionadas, es innegable que existe una evidente y preocupante brecha de género que podría afectarnos en un futuro. Las carreras vinculadas con las STEM representan un importante número de los puestos de trabajo de las próximas generaciones y será el motor de la innovación y el desarrollo inclusivo y sostenible de los países. Sin embargo, es difícil generar un cambio si existe una brecha de género sistemática desfavorable a las mujeres durante la niñez y la adolescencia en distintos ámbitos. Sólo a modo de ejemplo, el 72% de los juguetes ofrecidos a las niñas se refieren a belleza y cuidado del hogar, lo que indudablemente entrega un mensaje cargado de estereotipos sociales que afectan su libertad de elección, intereses y opciones, y marcan sus decisiones vocacionales.
Por otra parte, existen estudios que indican que a partir de los 6 años las niñas se consideran menos capaces que los niños. Estas ideas que surgen desde la niñez generan una serie de inseguridades y temores que muchas veces acompañan a las mujeres a lo largo de su vida, lo cual las puede limitar a cumplir sus sueños.
Esto no sucedió con la doctora y astrónoma Mónica Rubio, quien recientemente recibió el Premio Nacional de Ciencias Exactas 2021 y fue reconocida internacionalmente por su trabajo en astrofísica. Esta labor que -entre otras distinciones- la llevó a ser reconocida como “Mujer del Año” en 2016, fue un nuevo logro para las mujeres y nos demuestra que contamos con un enorme potencial que podemos desarrollar en todas las áreas de la sociedad.
Queda mucho por hacer y debemos ocuparnos de solucionar esta problemática, ya que mejorar las desigualdades del campo STEM es clave para conseguir una participación efectiva de la mujer en una futura sociedad más digitalizada. Dejar fuera a niñas y mujeres de la educación en STEM y en las carreras de estas áreas, constituye una pérdida de talentos que podrían contribuir a un considerable desarrollo del país.
¿Nos hacemos cargo?
Por Paula Valverde, emprendedora, directora Endeavor y gerente general de Grupo Limonada.
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