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El perdón de Boric

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Gabriel Boric ha demostrado ser uno de los políticos más competentes de su sector. Dentro de sus atributos más aplaudidos por el público, y también discutido por sus adversarios, está su capacidad –poco común en la política– de asumir errores y pedir perdón. Una y otra vez se ha visto al candidato participar de hechos o dar declaraciones por las que luego se ha visto obligado a hacer control de daños. Su historial ha dejado de manifiesto esa clara tensión del Frente Amplio –a veces irreconciliable– entre los afanes revolucionarios y una inclinación hasta valiente por disfrazarse de un “estadista” demócrata –como lo fue en el acuerdo del 15 de noviembre de 2019–.

Ejemplos abundan. El episodio de la polera estampada con el rostro de Jaime Guzmán con un disparo en la frente, su arenga al legado del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, la reunión en París con Palma Salamanca, su enfrentamiento con los militares que custodiaban la Plaza Italia en el contexto del estallido social, sus vacilaciones constantes respecto al cuarto retiro de fondos de las AFP, son solo algunas demostraciones de cómo, en repetidas ocasiones, Boric ha tenido que salir a pedir disculpas o dar explicaciones debido a un actuar errático y conflictuado de sí mismo y su coalición. En este contexto, vale cuestionarse seriamente si este constante “ensayo y error” del candidato en su vida política es lo que el país necesita, y si su consecuente actitud de reconocer y asumir traspiés será una virtud o un problema en la eventualidad de que llegue a ostentar la presidencia de nuestro país.

Chile se enfrenta a una de las elecciones presidenciales más decidoras desde la vuelta a la democracia. Una incipiente crisis económica precedida de una pandemia y de una crisis social, dramas humanos producidos por problemas migratorios en la frontera norte del país y la escalada de violencia desatada en la Araucanía claman por autoridad, sabiduría y decisión. Todo este cóctel, en medio de un proceso constituyente inédito en la historia chilena, exige de la decisión de noviembre un héroe de epopeya griega más que a un Gobierno que representaría solo un constante devenir de vicisitudes que pueden resultar en tragedia.

La humildad y la transparencia son atributos deseables en todo político. Sin embargo, pareciera que el candidato requiere salir al paso para afrontar su ambivalencia y falta de cautela más de lo que sería esperable en un liderazgo presidencial, y, además, al abusar del perdón, Boric no hace más que restarle importancia a un acto valioso, lo normaliza, y justifica prácticamente cualquier atrocidad futura. Finalmente, será la ciudadanía quien deberá juzgar si el encanto de un candidato que convierte sus imperfecciones en una virtud es lo que el país necesita para dejar de tambalearnos al borde de la cornisa política e institucional.

A fin de cuentas, el tiempo verá si en el futuro nos contentaremos con que el Presidente de la República falle una y mil veces, y que no nos quede más remedio que agachar la cabeza, contar hasta diez, y vivir con el solo consuelo de su insuficiente y trillado perdón.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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