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Ni Le Pen ni Macron en la Sorbona

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Este jueves a mediodía, bajo un sol espléndido, las terrazas de la plaza de la Sorbonne están llenas a rebosar. Pero no de estudiantes. El edificio principal de la Universidad del mismo nombre, donde después del mayo del 68 han germinado otras revueltas estudiantiles, está cerrado a cal y canto. Varias vallas metálicas protegen su entrada desde la semana pasada, cuando decenas de estudiantes lo ocuparon y fueron desalojados por la policía, no sin antes causar importantes daños. “Ni Macron ni Le Pen”, era el lema del bloqueo.

Las clases son telemáticas hasta la semana próxima, mientras que se han reanudado en la cercana Sciences Po, que también fue bloqueada y siguen en la cercana y elitista Escuela Normal Superior (ENS). También en la más conservadora Assas, donde Ryan, un estudiante de Derecho Internacional y Económico hace su diagnóstico para explicar un bloqueo, que no obstante, no comparte. “Los jóvenes no nos sentimos representados, nuestras preocupaciones no se tienen en cuenta”, dice.

Más del 40% de abstención

Una opinión que explica que en la primera vuelta electoral el 42% de los jóvenes de entre 18 y 24 años no fuera a votar y entre los que votaron, un 34% lo hicieron por el insumiso Jean-Luc Mélenchon. “Estamos hartos de tener que votar siempre por el malo y por el menos malo y esto explica esta movilización”, cuenta Anne, a las puertas de la ENS.

Pero para ella, el “ni-ni” no es una opción. En la primera vuelta votó por el ecologista Yannick Hadot y ahora lo hará por Macron, “aunque no me gusta”, subraya. También Ryan defiende el voto al presidente pero admite que hay un movimiento “antimacronista” muy fuerte.

“Muchos de mis compañeros y amigos que vieron como actuaba la policía en la represión del movimiento de los chalecos amarillos me dicen que no pueden votar a Macron”, comenta, subrayando además las antipatías que genera el presidente por esa forma “tan personalista” de ejercer el poder. 

Concentración en la plaza del Panteón

A media tarde de este soleado día primaveral, cientos de estudiantes se concentran en la céntrica plaza del Panteón, convocados por los principales sindicatos estudiantiles de izquierdas para “cortar el paso a Le Pen”. Son pocos, pero el ambiente es festivo, jovial, amenizado por un rap que lleva por nombre ‘Marine’ y cuya letra estos jóvenes se saben de memoria: “Marine, te llamas Le Pen, no te olvides que tu eres el problema de una juventud que sangra”.

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“Los ‘ni-ni’ no evitan el peligro”, se lee en un pancarta que pasea un joven en bicicleta, entre los aplausos de los presentes. La tentación de no ir a votar el domingo la tienen, pero como dice Paul Mayaux, presidente de la FAGE, uno de los sindicatos convocantes, lo importante es parar a la ultraderecha “para que no tenga cabida en este país” .“ La abstención y el voto nulo le favorecen”, subraya pero sin mencionar en ningún momento a Macron, siguiendo la estela de Melénchon, que reclama que “ningún voto vaya a la ultraderecha”, sin pedirlo para el presidente tampoco.

Sí lo hace Cécile, que confiesa que votará al actual inquilino del Elíseo este domingo pero subraya: “Es un voto de oposición más que de adhesión”. Y es que no se encuentran aquí simpatizantesdel presidente, entre los jóvenes que se quejan de ser los grandes olvidados de estas elecciones pese a los graves problemas de precariedad que padecen: “Precariedad en la vivienda, en los salarios, en las ayudas sociales”, repasa Imane, estudiante de 23 años de Ciencias Políticas de la Universidad de Nanterre, otra de las más activas políticamente del país.

Los jóvenes se sienten también la generación más castigada por la epidemia del covid, que en Francia se tradujo en uno de los confinamientos más restrictivos de Europa, con extensos toque de queda horarios y el cierre de la restauración y comercios no esenciales durante un largo periodo de tiempo. “Fue difícil, aquí en París la gente vive en estudios muy pequeños, no podía salir, no podía trabajar. Fue muy duro ver a largas colas de jóvenes como nosotros que pedían ayuda para comer”.

Emma estudia Linguística en la Universidad de Rouen. Ha venido hasta París para manifestarse y se ha pintado en el brazo Marine=odio. Ella también votó a Mélenchon. Y ahora le duele confesar que lo hará por Macron. “Al menos no es racista ni fascista”, dice .

A su lado, su amiga reconoce que todavía no sabe si irá a votar. “Creo que me abstendré. Ni me siento representada y creo que esta elección deslegitimada. Es necesario movilizarse en la calle”, afirma.  Romain, estudiante la ENS, admite que el “gran debate” entre su grupo de amigos melenchonistas es ahora si votar en blanco o por Macron.

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El politólogo Vicent Tiberi, profesor en la Univeridad de Sciences Po de Burdeos, apunta a la posibilidad de que el llamamiento a cerrar el paso a la extrema derecha sea contraproducente en una parte de los jóvenes. “Las instituciones de la V República organizan una confrontación entre los bloques pero hay tres enfrentados: el de Macron, Le Pen y Mélenchon. La juventud que ha votado a este último no encuentra ninguna continuidad a sus ideas con las de Macron. Hay una frontera ideológica y eso hace la transferencia de votos más complicada”, afirma.

Tiberi augura un considerable aumento de votos blancos y nulos en esta segunda vuelta mientras esta generación “ni-ni” joven y urbana seguirá participando de la vida democrática de otras formas: movilizada en las redes sociales y en la calle. Como siempre, en Francia.

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