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La posibilidad de reelección de la ultraderecha en 2022 es mínima, pero el empresariado promueve una alternativa al líder de izquierda
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Las encuestas reflejan que el líder del Partido de los Trabajadores aventajaría a Bolsonaro por más de 20 puntos en una segunda vuelta
A un año de las elecciones presidenciales en Brasil, los sueños de Jair Bolsonaro de ser reelegido se escurren por el desagüe. La figura del capitán retirado es rechazada por un 65% de la población. La última encuesta de Datafolha predice que sería derrotado por Luiz Inacio Lula da Silva por más de 20 puntos en la segunda vuelta. Ante la posibilidad de un retorno del Partido de los Trabajadores (PT) al Gobierno el primer día de 2023, buena parte del empresariado y los medios de comunicación buscan afanosamente la consolidación de una tercera vía. El proyecto “ni ni” (ni Bolsonaro ni Lula) no parece, sin embargo, cobrar vuelo.
El gobernador del estado de San Pablo, Joao Doria; el exministro de Salud de Bolsonaro, Luiz Henrique Mandetta, y hasta el centroizquierdista Ciro Gomes, buscan transitar esa anhelada avenida del medio, pero tropiezan con la realidad. Por el momento, los sondeos no los favorecen. Doria, del Partido de la Social Democracia (PSFB, centroderecha) cree estar en mejores condiciones de ocupar ese espacio y por eso ha pedido al fraccionado universo de las fuerzas moderadas “humildad” y colocarse detrás del candidato que tenga mejor intención de voto. “Si permanecemos divididos, no tendremos una tercera vía. Tendremos a Lula o Bolsonaro como sucesores de este Gobierno, lo que sería un desastre“, apunta Doria.
La Administración de ultraderecha ha profundizado su deriva política. La economía todavía no despega. El paro se acerca al 14%. La inflación prevista al cierre de este año será de dos dígitos, algo que no ocurre hace dos décadas. Bolsonaro se muestra incapaz de recomponer la situación. El final de su mandato es un signo de interrogación. Todavía resta saber si el Congreso lo investigará por sus responsabilidades en la lucha contra una pandemia que mató casi 600.000 personas. Su “desgobierno”, dijo el diario Estado en su reciente editorial, “es un camino muy favorable para que Lula vuelva al poder”. A criterio del rotativo, el país enfrenta una falsa disyuntiva: “El mero choque de negativos es profundamente pernicioso para el país”.
Un modelo pro-Brasil
Con palabras similares se ha pronunciado Alfredo Setubal, el presidente de Itaúsa, el poderoso emporio financiero, industrial e inmobiliario: “Brasil está un poco cansado de esta polarización. Más que anti-Lula, los empresarios quieren algo pro-Brasil. No creo que sea un sentimiento anti-Lula, creo que es un sentimiento de cambio. Este modelo no funciona. Por eso se habla de la tercera vía”.
En este contexto, la hoja de ruta de Lula tiene aristas enigmáticas. Un sector de sus partidarios quiere que levante bien alto las banderas de izquierda y se alíe con agrupaciones del mismo signo, mientras que otra fracción, incluso del PT, considera que no existe espacio para un programa de esa naturaleza. El exmandatario conversa con todos los sectores. Flavio Dino, el gobernador del estado nordestino de Maranhão y dirigente del Partido Socialista, ha pedido públicamente a Lula que forje una alianza “lo más al centro posible” para “enfrentar al extremismo” y debilitar a la tercera vía.
Desde su irrupción en la escena política brasileña, a comienzos de la década de los 80 del pasado siglo, Lula ha tenido varios rostros y facetas. Promovió la construcción de un partido “de la clase obrera“, pasó a la segunda vuelta presidencial de 1989 con un discurso bien ubicado a la izquierda que fue atemperando con el paso de los años hasta llegar a vencer en las elecciones de 2002 con la consigna publicitaria Lulinha paz y amor. Gobernó junto con sectores conservadores, entre ellos los evangelistas, que lo traicionaron y a los que ahora trata de apartar de Bolsonaro. ¿Habrá un cuarto Lula?
Unidad para sacar a Bolsonaro
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El extornero mecánico acaba de pedir la unidad de todos los que rechazan al actual Gobierno con el propósito de promover el juicio político contra Bolsonaro. Lula también defiende ampliar el diálogo con aquellos que por ahora son reacios a volver a acercarse al PT. El expresidente está convencido de que es necesario un amplio acuerdo alrededor de temas puntuales: empleo, salario, educación e, incluso, medio ambiente.
Para algunos analistas, Lula paga un alto precio moviéndose al centro. “No tiene derecho a ignorar al pueblo que cree en él, que sale a la calle en un día de descanso y lucha por un Brasil mejor. Si prefiere los acuerdos de trastienda, los acuerdos que lo cambian todo para que nada cambie, que sea franco con sus propios partidarios”, ha señalado Ricardo Melo, columnista de Folha de Sao Paulo.