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En la histórica ciudad comunista de Saint-Denis, en la periferia norte de París, el miedo a Le Pen pesa más que la decepción del mandato de Macron
“Estoy decepcionada de verme obligada a tomar esta decisión, pero no tengo ninguna duda del peligro que representaría la Reagrupación Nacional (RN, extrema derecha) en el poder”. Delphine Juzeau, 46 años y que trabaja como música, resume la posición de numerosos habitantes de Saint-Denis. Esta localidad emblemática de la “banlieue” norte de París es uno de los terrenos electorales propicios en decantar la balanza a favor del presidente Emmanuel Macron en las presidenciales que Francia celebra el domingo, en que se enfrenta a la ultraderechista Marine Le Pen.
En la ciudad más poblada del departamento (provincia) de la Seine-Saint-Denis —el segundo más pobre de Francia—, el insumiso Jean-Luc Mélenchon (22%, tercero el 10 de abril) arrasó literalmente en la primera vuelta con más del 60% de los votos. Macron apenas obtuvo el 16% de los sufragios (por el 27% en el conjunto del país) en esta localidad que históricamente formó parte del “cinturón rojo” de París. Pese a su arraigada tradición comunista, buena parte de sus electores deberían pasar a las filas del presidente liberal el domingo ante el miedo suscitado por la candidata ultraderechista. En la segunda vuelta de 2017, ya había sido el más votado con el 84% de los sufragios.
“Inimaginable votar a una dirigente racista”
Después de cinco años en el Elíseo, el dirigente centrista no suscita un gran fervor en esta localidad modesta, icónica por su carácter multicultural y una importante comunidad de franceses de origen magrebí. Pero a Le Pen no pueden verla ni en pintura. “Muchos de los habitantes de la Seine-Saint-Denis formamos parte de la Francia de la diversidad. Para nosotros resulta inimaginable votar a una dirigente racista como ella”, asegura Mamadou Doucouré, 22 años.
Junto con unos compañeros de la asociación Kyerozène, dedicada al apoyo escolar y la inserción social, así como varias decenas de personas, se concentraron el jueves delante del Ayuntamiento, situado justo al lado de la Basílica gótica de Saint-Denis, donde se encuentra una de las principales necrópolis de los reyes de Francia. Entre simpatizantes, también opositores y numerosos curiosos, esperaban la llegada del candidato centrista. Era el penúltimo día de la campaña y delante del clásico edificio decimonónico francés se respiraba un ambiente distendido.
“No tenemos miedo de que gane Le Pen, me parece prácticamente imposible que esto suceda”, afirma Doucouré, vestido con una sudadera del Bayern de Múnich. “No digas eso”, le interrumpió Chami, 68 años. “Si todo el mundo piensa así, la gente se confiará y no irá a votar el domingo”, recordó este francés de origen argelino, que trabajó durante más de 40 años como soldador. “Debemos evitar como sea que el diablo llegue al Elíseo”, añadió refiriéndose a la aspirante de la extrema derecha.
“Ni Macron ni Le Pen”
Aunque el apoyo electoral a Le Pen en Saint-Denis resulta minoritario, la abstención supera la media nacional. En la primera vuelta la participación fue del 64%, diez puntos menos que en el resto del país. “No me identifico ni con Macron ni Le Pen, así que no tengo ninguna duda de que no voy a votar”, defiende Marine, 23 años, una joven empleada en el Ayuntamiento, dirigido desde 2020 por el socialista Mathieu Hanotin.
“En los últimos años el Gobierno anunció medidas para mejorar la situación en Saint-Denis, pero estas no se notaron para nada sobre el terreno. Con la pandemia hubo un fuerte aumento de la pobreza. Pero a los dirigentes solo los vemos en periodo electoral, luego desaparecen”, critica su compañera Lou, 25 años, ambas sentadas en una terraza a la espera que les trajeran la comida, bajo un espléndido sol primaveral. A ninguna de ellas, les había entusiasmado la actuación de Macron en el debate televisivo del miércoles, “demasiado arrogante y condescendiente”.
La prohibición del velo islámico
Sentada en una mesa de al lado, Juzeau no comparte la misma opinión. Aunque no se muerde la lengua para criticar “las políticas a favor de los ricos de Macron, como la supresión parcial del Impuesto sobre la Fortuna”, no entiende a aquellos votantes de izquierdas que no harán todo lo posible para evitar la llegada al poder de Le Pen. “Se trata de unos niños mimados de la democracia, yo no me olvido de aquellos años en que la extrema derecha estaba liderada por Jean-Marie Le Pen”, afirmaba mientras tomaba un café en la misma terraza.
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Sin embargo, si hay una medida que empujará a muchos franceses de la “banlieue”, sobre todo aquellos de origen magrebí, a votar contra Le Pen, es la voluntad de la candidata ultra de prohibir el velo islámico en la calle. Pese a sus argucias comunicativas para banalizarse, esta polémica propuesta la ha devuelto al rincón derecho del tablero político durante los últimos quince días de campaña. “El hecho de que quiera multar a las mujeres musulmanas solo por llevar el velo en la calle me parece delirante”, critica Myriam Khafiane, 21 años, que estaba sentada en un banco en la misma explanada.
Más que los guiños de Macron en las últimas semanas a los votantes de izquierdas, el principal aliado del dirigente centrista es el miedo a la ultraderecha. A pesar de todo, Le Pen sigue siendo una Le Pen. Eso explica la tendencia al alza de Macron en los sondeos. Según los últimos estudios de opinión, se impondría finalmente con el 57-53% ante el 43-47% de la líder de la RN. Quizás con la nariz tapada, cada vez más votantes de izquierdas de la “banlieue” parecen dispuestos a depositar una papeleta con el nombre del presidente.