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La causa de la muerte de Pablo Neruda: un misterio a punto de develarse

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  • Expectativa por el informe de expertos internacionales que debe concluir si el poeta fue envenado por la dictadura de Augusto Pinochet

Acaba de estrenarse en Netflix Ardiente Paciencia, una película del director chileno Rodrigo Sepúlveda inspirada en un filme homónimo que el escritor Antonio Skármeta realizó en 1985 para contar la amistad entre Pablo Neruda y un cartero de Isla Negra, donde el poeta y Premio Nobel había levantado su mítica casa con vista al mar. Otra “ardiente paciencia” parece llegar a su fin al mismo tiempo y después de 11 años. No se trata de una ficción. Los chilenos aguardan que en las próximas horas se conozca oficialmente si el autor de Canto General fue envenenado por la dictadura del general Augusto Pinochet o murió como consecuencia de un cáncer de próstata, el 23 de setiembre de 1973 y un día antes de partir al exilio mexicano.

Un grupo de especialistas en medicina forense y ADN de Chile, Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, Francia y España ha determinado el origen de la bacteria clostridium botulinum que se encontró en el cadáver de Neruda. La conclusión debió hacerse pública el pasado viernes. Los incendios forestales en la zona centro sur del país, que han provocado 24 muertos y 800 casas quemadas, impidieron al bioquímico Romilo Espejo, uno de los expertos, llegar a Santiago. Si bien el anuncio quedó en suspenso, el portal El Ciudadano ha asegurado, al amparo de una “fuente bien informada” y conocedora de los dos informes ya escritos, que el poeta falleció como consecuencia de una inoculación “bioterrorista” en “un molar” de la cepa Alaska E43 de esa bacteria. “Este crimen requirió un importante conocimiento médico quirúrgico y microbiológico para hacerse con la efectividad con que se materializó”, sostuvo El Ciudadano. “No me cabe la menor duda que hubo intervención de terceros”, señaló por su parte Rodolfo Reyes, sobrino de Neruda. Si se confirma la versión periodística, la causa en manos de la jueza del caso Paola Plaza adquirirá otra significación a casi medio siglo después de aquellos acontecimientos.

El largo camino de la causa judicial

La historia que precede al momento de esta revelación ha tenido idas y vueltas y una buena dosis de misterio. Todo comenzó en 2011, cuando Manuel Araya, quien se había desempeñado como chofer de Neruda, reveló que el también autor de Los versos del capitán había perdido la vida como consecuencia de una inyección en el abdomen colocada por un presunto agente de inteligencia que se hizo pasar por doctor. Araya había permanecido junto al poeta durante toda su internación en una clínica santiaguina. Un día, no cualquiera, le pidieron que fuera a la farmacia. El paciente, le explicaron, necesitaba una medicina que escaseaba en el centro médico. Pero Araya no fue a la farmacia. Lo arrestaron a mitad de camino para llevarlo al Estadio Nacional, convertido en un centro de detención y torturas. Y Neruda murió.

Al conocer su testimonio, el Partido Comunista de Chile, del cual el poeta era una de sus figuras, presentó de inmediato una denuncia en los tribunales. El juez Mario Carroza tomó cartas en el asunto, pese a que el médico legal Patricio Bustos había descartado toda conjetura conspirativa. Seis años más tarde, y después de una orden de allanamiento del Servicio Médico legal, los investigadores encontraron la bacteria maligna en una muestra de dientes y huesos. En esa oportunidad se concluyó que no podía aceptarse una acelerada metástasis como causa del deceso del poeta.  Carroza abandonó su puesto en 2019, acaso cansado por la falta de apoyo del Gobierno de derechas de Sebastián Piñera. De inmediato tuvo lugar la pandemia. Hubo que esperar cinco años laberínticos para saber si la clostridium botulinum es de origen endógeno o exógeno.

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La “ardiente paciencia” con la que se esperan las conclusiones de los expertos estuvo acompañada por un libro que hizo cierto ruido, Delito Neruda, del escritor italiano Roberto Ippolito, quien se ocupó en 2020 de reunir todas las pistas que lo llevaron a refutar la versión de una “muerte natural” y “repentina” del poeta. El relato de Araya es aquí crucial. Ippolito recuerda a su vez que, si bien Neruda sufría un cáncer de próstata, su situación, a los 71 años, no era terminal. Matilde Urrutia, su esposa entonces, recibió un certificado de defunción firmado por un médico ajeno al caso. Nunca recibió el historial clínico de su marido. En esas páginas se hace a la vez referencia a otro misterioso médico que no pertenecía a la institución y se quedó a cargo del paciente justo antes de fallecer. El propio Araya, acompañado por Francisco y Mario Casasús publicó además El doble asesinato de Neruda.

Una figura discutida

Más allá de las circunstancias judiciales, la figura de Neruda ha sido objeto de un escrutinio crítico en los últimos años, especialmente a partir de una película del chileno Pablo Laraín y el rechazo de los colectivos feministas a que el aeropuerto internacional de Santiago llevara su nombre. El hombre que estremeció generaciones con su versos y que fue considerado como un modelo de intelectual comprometido ha sido también un maltratador de mujeres que abandonó a su hija enferma y se jactó en su libro de memorias, Confieso que he vivido, de haber violado a una empleada doméstica cuando se desempeñaba como cónsul en la actual Sri Lanka, en 1929. “¿Qué hacemos con Neruda? ¿Lo evaluamos con los ojos de hoy? ¿Con este presente que nos habla de las perspectivas de género, de la igualdad, del feminismo? ¿Lo cancelamos?¿Lo dejamos de leer? ¿No lo nombramos más? ¿Lo ocultamos bajo las hojas de un cementerio de Parral? No creo, pero sí me parece importante la memoria y desde ese lugar, el de la información, evaluar si queremos o no seguir leyendo a Lewis Carroll, a Dickens, a Flaubert”, se preguntó la escritora Montserrat Martorell.

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