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Hacia dónde apunta el desarrollo de la astronomía en Chile

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Partió cerca de las tres de la mañana, tan solo duró dos minutos en su punto máximo, pero el eclipse lunar parcial que logró verse en gran parte de Chile el pasado 19 de noviembre se transformó en un evento único para quienes resistieron el sueño hasta las altas horas de la noche.

Sin embargo, es probable que cualquier chileno en los últimos tres años haya podido disfrutar este fenómeno, dado que desde 2019, Chile ha tenido el privilegio de estar situado en una zona del planeta en la que se han podido observar una serie de eclipses solares y lunares, lluvias de estrellas, meteoros y otras situaciones que llaman la atención de la comunidad internacional.

Una vista a las propicias condiciones atmosféricas para la observación avanzada del universo en el desierto de Atacama.

Si bien la historia de la astronomía en el país tiene 169 años, con la creación del Observatorio Astronómico Nacional en 1852, en el cerro Santa Lucía y luego trasladado al cerro Calán, en Santiago, es durante los últimos 25 años que ha tomado relevancia, tanto para los ciudadanos como para la comunidad científica internacional.

El doctor en Astrofísica y Premio Nacional de Ciencias Exactas 1999, José Maza, dice a Formando para crear que “a partir del 2000, la astronomía ha despegado notablemente, porque creció un grupo bastante sólido en universidades de Santiago, Concepción, Antofagasta y de Valparaíso. La astronomía está floreciendo”, asume el famoso académico para un fenómeno que cada vez se populariza más.

La Vía Láctea, nuestra galaxia, vista desde Atacama. Se calcula que existen hasta 200 millones de estrellas, muchas de ellas parecidas al Sol.

Pasando al aspecto más técnico, las condiciones que se encuentran en el territorio son dichosas para la implementación de proyectos internacionales. El doctor Cristian Quinzacara, físico teórico y académico de la Facultad de Ingeniería y Tecnología de la Universidad San Sebastián (USS), con trabajos en física teórica de gravitación, explica que “la nobleza para las observaciones astronómicas que existen en el norte del país está posicionando a Chile para convertirse en una potencia en esta rama de la ciencia”.

El doctor en Astrofísica y Premio Nacional de Ciencias Exactas 1999, José Maza; y el doctor Cristian Quinzacara, físico teórico y académico de la Facultad de Ingeniería y Tecnología de la USS.

Son las condiciones climáticas de baja humedad y cielos despejados gran parte del año, lo que permite ver las estrellas y planetas que están del otro lado de la atmósfera de una manera más estable. A ello, se suman, vientos sin mucha turbulencia y una cordillera de la costa relativamente alta, con un clima muy seco, que vuelve a dichas regiones en un lugar que solo es comparable con las condiciones de Hawái, según la visión del astrónomo de la Universidad de Chile, César Fuentes.

El cielo chileno como recurso no sería nada sin la estabilidad institucional que se ha dado Chile para permitir que ya se hayan instalado agencias de Estados Unidos, Europa y Japón, junto a infraestructura de conocimiento y servicios que ha permitido la construcción de los mega telescopios en el norte.

Esto no solo se ha traducido en que las organizaciones internacionales trabajen con los datos recopilados en Chile, sino que gracias al marco regulatorio local, los científicos nacionales accedan a un tiempo de observación exclusivo del 10 por ciento.

El desierto de Atacama, al ser la región más seca del planeta y con las características antes mencionadas, ha permitido que desde 2019, el 40 por ciento de los grandes telescopios ópticos e infrarrojos del mundo estén ahí, en un área de 2.000 kilómetros cuadrados, tres veces más que la ciudad de Santiago.

Un tamaño que en 2030 crecerá aún más, dado que tres de los cuatro telescopios más grandes del mundo que están en construcción eligieron Atacama, entre ellos el Large Synoptic Survey Telescope (LSST), promovido por la NASA, Google y centros de investigación regionales; el europeo Telescopio Gigante de Magallanes (GMT); y el Telescopio Extremadamente Grande (ELT). Al mismo tiempo, se espera tener en órbita un Sistema Nacional Satelital, con ocho satélites fabricados en el país, además del futuro apoyo del proyecto SpaceX, del magnate Elon Musk.

Frente a un mayor desarrollo científico-tecnológico, los profesionales de la astronomía y astrofísica también han crecido. La Sociedad Chilena de Astronomía informó en su último censo que hay 276 astrónomos profesionales trabajando en el país (en 2005 se contabilizaron solo 40).

La mayoría de los entrevistados comparten que hay un nicho para el florecimiento de una industria ligada a la astronomía en el futuro cercano. Un capital humano que no solo se dedique a mirar las estrellas, sino que use su razonamiento lógico para participar de los desafíos globales.

“La formación astronómica es importante como forma de pensar, de hacer ciencia, de mirar las dificultades, que puede contribuir a resolver los problemas de la humanidad y del planeta”, afirma Fuentes, quien es parte del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA).

En tanto, el Dr. José Maza dice que “me veo reflejado en las nuevas generaciones, al ver que hay una cantidad muy grande de jóvenes que se están iniciando, que tienen una preparación notable y que, por lo tanto, se puede decir que en este minuto la astronomía chilena está en muy buenas manos en términos de la cantidad de personas que la práctica”.

El Dr. Cristian Quinzacara, en tanto, argumenta que “la astronomía en el país ha generado todo un desarrollo aparejado, que atrae una inversión que no se queda tan solo en gente preparada científicamente en ciencia de datos y en otras áreas afines. En los últimos años, la masiva creación de startups en Chile ha logrado atraer millones de dólares de inversión, un panorama que bien puede ser prometedor para la astronomía local”.

Así, el académico USS vislumbra el surgimiento de emprendimientos tecnológicos que traten de tomar esa información espacial y convertirla en datos para la industria nacional (o internacional), y que podría extrapolarse a las áreas fuertes de la economía, como es la agricultura o la minería.

Esta mirada es compartida por Demián Arancibia, jefe de Asesores Futuro del Ministerio de Ciencias y Tecnología. El ingeniero en sistemas de conocimiento relata que “en los últimos 10 años, Chile se ha vuelto un lugar muy especial para desarrollarse en la disciplina. Desde 2010, con la creación del programa de Astronomía en la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT), institución previa al Ministerio, se impulsó un foro en el cual Chile marca su estrategia como país con respecto a la astronomía global. El 2014 tuvo sus primeros resultados y con la aparición de la cartera se ha ampliado el programa, dado que se anunció la constitución de una comisión asesora convocante de no solo a astrónomas y astrónomos, sino que a expertos en temas de datos, inteligencia artificial, ingeniería, instrumentación y de física de alta energía”.

César Fuentes, doctor en Astronomía U. Harvard y miembro del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA); y Demián Arancibia, ingeniero experto en construcción de telescopios y jefe de asesores Futuro del Ministerio de Ciencias y Tecnología.

“Sentimos que está bastante bien logrado el impacto positivo en el campo científico de la astronomía, pero tenemos una tarea pendiente en que estos beneficios se traduzcan para el desarrollo del país”, recalca Arancibia, quien agrega que el camino está relacionado con dos áreas en particular que permitirían que el conocimiento local produzca tecnología para competir y participar activamente dentro de la carrera espacial global.

Arancibia se refiere a la astroingeniería (ingeniería de los telescopios), y la astroinformática (combinación de la ciencia de datos y la ciencia espacial), estando esta última vinculada fuertemente con la industria cloud, que se ha vuelto de interés de la mano de proyectos de gigantes internacionales como Amazon, que recientemente anunció la instalación de ocho estaciones terrestres satelitales, también conocidas como AWS Ground Station, que permiten una conexión más eficiente para el envío y recepción de datos. A ello se suma la llegada de diferentes data centers por parte de Google o Huawei.

José Maza califica como “notable” al ver que Chile ya está empezando a dar pasos importantes en esta línea: “Hay gente preparada en ese campo para estudiar el espacio, estar en el espacio, y estudiar el cielo o el suelo, porque los satélites pueden mirar para abajo o para arriba. Es un paso enorme que nos va a permitir preparar aún más gente para que Chile se desarrolle tecnológicamente”.

Esa mirada de inversión permite vislumbrar esfuerzos para ir en esa dirección que, mezclado con la inclusión de astrónomos chilenos en los megaproyectos y la motivación de los startups, se pueda encontrar soluciones con las asociaciones espaciales internacionales, dando forma a la nueva era espacial chilena.

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