Entre todas las imágenes icónicas que nos ha dejado la pasada semana la alta costura parisina, como el onírico vídeo de Dior o la soledad absoluta de las embajadoras de Chanel, quizás una de las más inolvidables han sido las delicadas máscaras que lucían las modelos de Giambattista Valli en su ‘paseo’ por el centro de Sevilla. Cuajadas de flores, enmarcaban la mirada de unas modelos que lucían los diseños de la firma italiana inspirados por la capital andaluza.
Detrás de esas máscaras, y nunca mejor dicho, está una fiel colaboradora de Valli desde sus inicios (de hecho, todavía recuerda cuando la firma eran ellos dos y una asistente). Se trata de la estilista francesa Corinne Lucquiaud, conocida también como Coco. Ella ha sido la responsable de estos accesorios que se han convertido en marca de la casa desde el año pasado: “Giambattista Valli quería máscaras para esta colección, como continuidad a las anteriores”, nos cuenta desde París la diseñadora. “Había creado esas preciosas flores de piel para su desfile y nos dimos cuenta de que encajaban perfectamente con las máscaras”.
Para crearlas ambos, Giambattista y Coco, decidieron vivir la misma experiencia vital: “La inspiración de Giambattista para esta colección era una mujer española muy glamurosa, poseedora del duende de Sevilla. Así que nos fuimos a España para poder empaparnos bien de ese espíritu. Vistamos los maravillosos rincones de la capital de Andalucía, él grabó varios lugares… Sevilla era el lugar perfecto”.
Lucquiaud no es ni mucho menos una recién llegada a la moda. En su trabajo como estilista ha colaborado con cabeceras de prestigio internacional y ha trabajado con artistas como Jared Leto. Pero es quizás como creadora de accesorios como más nos está llamando la atención: “Soy estilista, pero cuando comencé en la moda aprendí a hacer sombreros”, recuerda. “Trabajaba para una compañía y a la vez tenía mi propia marca con clientes como Karl Lagerfeld para Chanel, Valentino, Alaïa, Jean Paul Goude… Colaboré con ellos durante mucho tiempo, tanto en costura como en prêt-à-porter, pero llegó un momento que, aprendido mi trabajo, decidí probar como estilista”.
De hecho, no hace tanto que regresó de manera más profesional al mundo de los accesorios: “Hace dos años, mi amiga la maquilladora Mayia Alleaume me preguntó si podía hacerle unos sombreros con piedras, cristales y palo santo. Me gustó la idea y me lo tomé como un reto. Así que le diseñé un primer sombrero que se vendió de inmediato. A Giambattista también le gustó el modelo y me pidió que le hiciera unos diseños para su desfile de alta costura, que iba a ser un homenaje a Yves Saint Laurent. Y así es como he terminado trabajando tanto de estilista como de diseñadora… ¡Y me encanta!”.
La mala noticia para todos aquellos que hayan caído rendidos a la belleza que tienen las creaciones de Lucquiaud es que todavía está en proceso de desarrollo su modelo de negocio: “Vendrá dentro de poco, pero por ahora lo que hago son piezas únicas y especiales. Todas tienen sus propias piedras y cristales, me gusta que tengan su propia energía, que me parece algo muy importante en el momento que estamos viviendo”, confiesa. “Pero quizás dentro de poco puedo colaborar con alguna firma de sombreros, ¿quién sabe?”. La estilista deja la pregunta en el aire. Mientras encontramos la respuesta (el tiempo lo dirá), podemos seguir recreándonos en la belleza de sus creaciones, un sueño casi inalcanzable que consigue abstraernos de la realidad durante unos breves momentos… ¿Y no trata de eso muchas veces la moda?
