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¿Y dónde quedó el folclor?

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En la antesala a la realización virtual de la Feria del Folclor de Huilquilemu, en marzo del 2021, instancia que rescata la música folclórica y pone en valor el trabajo de los cultores y artesanos de la Región del Maule, me permito manifestar esta interrogante: ¿qué ha pasado durante este período con nuestros músicos, cantoras y artesanos, quienes no tienen acceso a nuevas plataformas de difusión y han sido fuertemente golpeados por la pandemia?

El informe realizado por la Unión Europea respecto de las artes en período de pandemia ha causado un devastador impacto en la comunidad artística a nivel global, dando cuenta de que aproximadamente un tercio de los ingresos para las artes se ha eliminado.

A décadas del así llamado “apagón cultural”, las condiciones son similares: con normativas que sugieren eliminar la música en restaurantes, un inexistente protocolo para la reapertura de centros culturales, teatros y galerías de arte, todo cerrado hasta nuevo aviso y orquestado por el recorte presupuestario del que ya todos tenemos conocimiento.

Es muy curioso, teniendo en mente el rol protagónico que han tenido las artes durante la pandemia –convirtiéndose en una compañía importante para sobrellevar los extensos períodos de distanciamiento social, aportando experiencias y contenidos en la formación educativa de niños y niñas–, que no se les considere como un agente ancla dentro de la reactivación económica que planifican las carteras a cargo y que, muy por el contrario, la única solución histórica provenga de la eterna concursabilidad, sin pensar en un financiamiento a través de asignaciones directas o capacitación para artistas y gestores.

En ese panorama complejo, un creciente número de artistas se ha podido reinventar haciendo uso de las plataformas online. Tanto de manera independiente como con el apoyo de instituciones, hemos visto un proceso de reinvención y resiliencia muy potentes, pero hemos olvidado a los cultores, artesanos, folcloristas, quienes no cuentan con las herramientas digitales para dar el mismo salto.

¿Dónde han quedado los cantores que narran parte de nuestras historias al calor del brasero?, ¿qué medidas se han impulsado para apoyar a las agrupaciones que reviven nuestras tradiciones?, ¿cómo se ha apoyado a las agrupaciones folclóricas que no tienen mayor ingreso que las peñas organizadas y atendidas por ellos mismos? Estas preguntas podrían ampliarse y aplicarse a todas las disciplinas de las artes, pero sin duda las artes musicales y escénicas han sido las más perjudicadas, principalmente porque sus labores se realizan de manera presencial.

Si bien existen aún posibilidades de financiamiento, como el Fondo Nacional del Fomento a la Música, el cual permitirá la realización de la Feria del Folclor, su difusión y preservación, continúa siendo tema de conversación, pues, a vista de todos, esto sigue siendo insuficiente. ¿Cómo se llegará a los grupos minoritarios que se encuentran excluidos de las plataformas digitales? ¿De qué manera se retribuirá a las personas que sustentan nuestro “Patrimonio vivo”? Son preguntas complejas, pero que merecen respuestas inmediatas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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