Nada más cruzar el umbral de la sinagoga Chabad de Odesa, salta a la vista que corren tiempos de vacas gordas para la comunidad judía local. El local es amplio, cuidado y confortable, la sala de oración aparece limpia como los chorros del oro, y en su planta superior, donde se halla un comedor para personas necesitadas y tiene su oficina el rabino Avraham Wolfe, varias secretarias teclean con insistencia ordenadores y gestionan las visitas de su superior religioso. El despacho está flanqueado por una cuidada librería con ejemplares de la torá y hasta reliquias bibliotecarias de gran valor.
Aunque insiste en que no desea hablar de política ni entrar en controversias con nadie, Wolfe no duda cuando se le pregunta si existe discriminación contra su comunidad en Ucrania, un país que, según el presidente ruso Vladímir Putin, tiene al frente un gobierno de “nazis”. “Odesa es uno de los lugares del mundo donde la comunidad judía puede desarrollarse mejor; contamos con dos guarderías, dos escuelas para menores, dos escuelas de secundaria, una universidad en la que estudian 140 alumnos, tres sinagogas…”, enumera.
El ataque de las fuerzas rusas contra Ucrania ha perturbado hasta el extremo la vida de los 35.000 judíos censados en este puerto ucraniano del mar Negro, pero no en mayor medida que al resto de los ucranianos. “El porcentaje de los miembros de nuestra comunidad que ha querido ser evacuado es el mismo que el resto de los ciudadanos”, asegura, dando a entender de esta forma que ningún miembro de la comunidad hebrea teme ningún pogromo o represión alguna tras la invasión por un Ejército que supuestamente viene a “desnazificar” el país. “Siento un absoluto respeto de la parte del presidente, de los ministros y del alcalde; éste, cuando se tiene que reunir conmigo, incluso viene aquí a la sinagoga”, enfatiza Wolfe.
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Rezos matutinos
En la planta baja, Igor Oks, de 41 años, con la cabeza cubierta por un tallit, un chal de lana, y los correspondientes tellifin en la frente y el bíceps, las dos cajitas de cuero que contienen rollos de pergamino con versos de la Torá, dos utensilios especiales para la plegaria matutina, acaba sus rezos y arremete contra el líder del Kremlin, con palabras mucho más directas que el rabino, por hablar de Ucrania en los días previos a la invasión rusa como un país donde la ultraderecha y el fascismo campan a sus anchas. “Putin miente; se acaba de aprobar una ley que convierte en un delito criminal cualquier manifestación de antisemitismo“, responde Ígor, indignado en un académico ruso. Más que como un ejército salvador, por su doble condición de judío y rusohablante, Ígor culpa a las tropas del vecino país por haber hecho revivir los traumas de sus ancestros durante la segunda guerra mundial, una parte importante de los cuales murió durante la ocupación nazi. “He tenido que evacuar a mi familia a Rumanía”, asegura.
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