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Pablo Ortúzar (IES) sobre la gestión del ministro Paris: “Está en una posición muy difícil, es el chivo expiatorio más fácil”

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La última ha sido una de las peores semanas de La Moneda en varios aspectos. La pandemia no da tregua y se siguen rompiendo récords de contagios, al tiempo que el sistema de salud se encuentra en alerta roja, debido a las pocas camas UCI que quedan disponibles en todo el país. Unido a eso, la gestión del ministro de Salud, Enrique Paris, se ha puesto en tela de juicio por la magnitud de la crisis sanitaria, al punto que ronda la posibilidad de una eventual acusación constitucional. Fue en ese escenario que el Gobierno tuvo que salir a respaldar a Paris públicamente a través del vocero, Jaime Bellolio, gesto que no logró neutralizar los varios desaciertos que ha cometido el expresidente del Colegio Médico (Colmed).

Como si la pandemia no fuera un problema mayúsculo y suficiente para cualquier administración, La Moneda contempla cómo su poder de influencia ante su propio conglomerado se disipa, arriesgando una posible derrota con cada proyecto presentado por el Ejecutivo. Casos como el tercer retiro del 10%, donde nuevamente está perdiendo la batalla política, o la ampliación de la Red de Ayuda Social, donde han sido figuras de la propia derecha quienes lo han cuestionado y han puesto el foco de críticas tanto en el Mandatario como en el papel que juega en la toma de decisiones el jefe de asesores del segundo piso, Cristián Larroulet, dan cuenta de ello. Todo este espinudo panorama analizó en detalle con El Mostrador el antropólogo social, analista político e investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Pablo Ortúzar.

-¿Dónde crees tú que estuvo el error que llevó a intentar aplazar las elecciones de abril tan encima de la fecha antes agendada y todas las implicancias que ello arrastra?
-El error clave del Gobierno, mirando en retrospectiva, parece haber sido no cerrar fronteras o establecer cuarentenas estrictas para los viajeros, cuando se comenzó a hacer visible el riesgo que representaban las nuevas variables del virus. Hubo un momento, en el verano, en que era más fácil ir de Santiago a Río de Janeiro que de Santiago a Chimbarongo. Hoy, nuestro escenario es como el del Reino Unido en diciembre-enero: una escalada demencial de casos, producto de la agresividad de estas nuevas cepas. Como eso no se previó, la necesidad de mover las elecciones también llegó por sorpresa.

-¿Cómo calificas la conducción que ha tenido el Gobierno en esta segunda ola de la pandemia? ¿Cuán responsable es de que el país se encuentre, en medio del proceso de vacunación, en esta situación de camas UCI colapsadas y un alto contagio diario?
-En la vacunación hay un gran mérito en gestionar adecuadamente una infraestructura previa, construida con mucho esfuerzo e inversión durante los últimos treinta años, así como en la coordinación subsidiaria de actores estatales, públicos y privados. Esto es algo muy feliz, un genuino logro nacional que refleja la cara amable de nuestra estrategia de desarrollo basada en mercados abiertos y alianzas globales, que deja lecciones para el debate constituyente.

También hay un problema para comunicar al ciudadano el rol que le toca a él en la pandemia: mucha regla, mucho resquicio y mucha excepción. Ahora, aquí también hay gran hipocresía en el discurso público, gente que no sigue ninguna indicación por pura motivación antisocial y luego culpa de todo a otros o se disculpa apelando al caso de quienes no pueden cumplir bien las indicaciones por razones económicas.

Y por otro lado, hay un exceso de rapiña mediática: personajes lamentables, como el psicólogo Bacigalupe, que han intentado hacer una carrera electoral y televisiva disfrazados de especialistas, con prédicas apocalípticas estériles y cuyo éxito parece final y perversamente atado a que muera la mayor cantidad de gente posible. ¡Tenemos gente celebrando en televisión cada vez que hay malas noticias! Es difícil imaginar algo más torcido y desmoralizante.

Finalmente, hay mucha octubrización para leerlo todo, que empeoró con la proximidad de las elecciones. Digamos que es bien difícil gobernar la pandemia en esas condiciones. Faltan tanto responsabilidad individual como un clima de unidad nacional. Yo diría que el Gobierno en varias cosas lo ha hecho mal, pero la ciudadanía, los medios y la clase política hemos sido igual de decepcionantes.

-¿Se sostiene una conducción como la del ministro Enrique Paris en medio del peor momento de la pandemia?
-El doctor Paris está en una posición muy difícil, es el chivo expiatorio más fácil. Pero no creo que alguien más pudiera hacerlo mejor en el cargo.

-¿Cómo evalúas la gestión de Enrique Paris?
-Correcta. Se le ve a ratos un poco cansado y frustrado, pero yo creo que es importante que saque la cabeza de los medios de comunicación y se concentre en tratar de hablarle claro a la gente común y corriente, que es mucho menos canalla que él mundillo de Twitter que hoy domina la configuración de la opinión pública.

“La Moneda no tiene escenario político bueno”

-¿Cuánto influye el poco apoyo ciudadano al Gobierno o las constantes críticas a la conducción política del Presidente Piñera, el nivel de cohesión de Chile Vamos con miras a todas las elecciones del año?
-El personalismo del Presidente ha tenido por efecto también que él absorba casi por completo las fallas de su Gobierno. Las personas, en general, no reclaman contra la alianza política gobernante, sino contra Piñera. Hay harto candidato de derecha bien perfilado y casi nadie les pasa la cuenta por los actos gubernamentales. Todo indica que Piñera no será un actor muy relevante en el futuro inmediato de la derecha. La pregunta es si sus mayordomos extenderán su influencia a los nuevos escenarios. Ellos así lo desean, claramente. Por lo que el asunto finalmente dependerá de la fuerza política y programática de las alternativas.

-¿Qué dice del Gobierno, y del momento político electoral que se está viviendo, el que cada gran propuesta encuentre rápida reticencia entre el propio oficialismo? (El plan social o las cuarentenas).
-Un Gobierno muy desprestigiado y con poco capital político, en época electoral será atacado por sus propios aliados, que ya están mirando hacia el nuevo ciclo político. En la mente de los partidos de Gobierno, el Gobierno ya fue.

-¿Cuáles son a tu entender los peores y los mejores escenarios para La Moneda en las cuatro elecciones –constituyentes, alcaldes, concejales y gobernadores regionales– que serían en mayo?
-La Moneda no tiene escenario político bueno. Aquí no habrá legado en ese plano. Incluso si gana la derecha, lo hará lejos del Presidente. Pero realizar elecciones en orden, con la pandemia controlada y traspasar el mando democráticamente y a tiempo, parecen grandes logros luego de los últimos años que hemos visto pasar.

-Entendiendo la importancia de la unidad para Chile Vamos, ¿cuánto daño se le puede generar con el calibre de las descalificaciones entre los candidatos presidenciales del sector?
-La competencia política tiene algo de boxeo: se dan y se reciben golpes, hay agresiones permitidas y otras penalizadas, y el que se pica o desconcentra, normalmente pierde. Yo no veo nada fuera de lo normal hoy en la disputa interna de la derecha. Ningún golpe bajo la cintura. Faltan definiciones políticas más robustas y propuestas más concretas no más.

-¿Da para ponerle atención cuánto puede este accionar marcar el futuro de la coalición? Se tratan de mesiánicos, de hacer política para Twitter y matinales, de hacerse la víctima, de populista y de falta de calle.
-Ojalá la discusión fuera sobre asuntos más sustantivos que esos. Pero, por la misma razón, no hay ahí material para ningún quiebre importante. Puede que los candidatos se piquen o se agarren mala por un rato en medio de tanta trifulca, pero si las diferencias no son de fondo, sino lugares comunes de la disputa electoral, es difícil pensar que ello “marque el futuro de la coalición”. Una de las ventajas de la derecha sobre la izquierda en esta pasada es que los partidos siguen teniendo mayor peso en su interior. Y eso significa que las alianzas no se rompen por peleas personales o porque tal o cual candidato se picó. Eso es propio de formas políticas personalistas, donde en vez de partidos hay fan clubs.

-¿Qué tan diferentes son los proyectos que presentan los distintos candidatos presidenciales de Chile Vamos, están realmente representadas las diferentes almas de la derecha?
-La oferta es muy variada, pero también es un momento de transición. Las nuevas derechas están todavía armándose y buscando definirse. Está medio claro que el Chicago-gremialismo tradicional está muerto, pero no es claro que otra corriente esté a la altura todavía de la contundencia que ellos llegaron a tener en su momento. Son tiempos interesantes.

-¿Y de qué manera es sostenible una derecha sin una solidez como la que describes y que busca perfilarse entre la populista y la antipopulista?
-No es que no haya nada. Hay proyectos madurando y tratando de consolidarse. No es pura improvisación la cosa. Por eso está entretenido el asunto.

-¿Cómo interpretas la jugada del tándem Lavín-Desbordes para hacerle frente a la propuesta de ampliar la red social anunciada por cadena nacional por el propio Mandatario?
-Opciones de estrategia electoral.

-¿Qué es lo que realmente hay detrás de la negativa de Chile Vamos para invitar formalmente a través de una carta (como lo solicita) a Sebastián Sichel para participar de las primarias? Eso que no hay tiempo o se está con la cabeza en las otras elecciones no es muy creíble…
-Tiras y aflojas sin mayor relevancia.

-Sichel e Ignacio Briones parecieran ser quienes se están tratando de colgar la investidura de ser la continuidad de este Gobierno, ¿qué riesgos o beneficios puede acarrearles eso?
-Más bien intentan ser la proyección del discurso liberal, antipopulista y de eficiencia tecnocrática. Ninguno de ellos se presenta como el continuador de Piñera. Ese discurso mucho analista lo da por muerto y enterrado, dado el fuerte discurso popular antielitista. Pero yo creo que tiene todavía bastantes fortalezas: el técnico, el especialista y el académico no son lo que la mayoría parece tener en mente cuando critica a las élites políticas y económicas. De hecho, el perfil más popular en las encuestas para la constituyente era el de un especialista sin militancia política.

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