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Ni la pandemia consigue reducir la emisión de gases de efecto invernadero

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  • Un informe de la Agencia Estatal de Meteorología constata el aumento en las emisiones de dióxido de carbono, que alcanzaron un nuevo máximo histórico en mayo

Hace justo un año, la pandemia de covid-19 consiguió lo impensable. El mundo entero paró durante unos meses. Gran parte de la humanidad permaneció encerrada en sus casas. El tráfico terrestre, aéreo y marítimo se redujo al mínimo. Y gran parte de la producción industrial paró para dar aire a las actividades esenciales. Quince meses más tarde, sin embargo, vemos que ni siquiera este frenazo radical logró reducir las emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera, el principal responsable del efecto invernadero, el calentamiento global y el aumento de las temperaturas. Este mayo, de hecho, volvemos a estar ante una cifra récord de este preocupante indicador.

El último informe de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que recoge datos del observatorio de Izaña (Tenerife), que ha corroborado que la crisis desencadenada por la covid-19 no ha frenado el incremento de este gas de efecto invernadero en la atmósfera. Los datos muestran de manera inequívoca que la concentración de dióxido de carbono en el planeta no sólo continúa en aumento sino que, hoy por hoy, no presenta cambios respecto a la tendencia registrada hasta 2020.

Este mes de mayo, la estación tinerfeña registró un nuevo máximo mensual histórico de concentración de CO2 con 419.7 partes por millón (ppm); un valor similar a los 419.1 ppm que se registraron en el observatorio de Mauna Loa, en Hawái (centros que integran el Programa de Vigilancia Atmosférica Global (VAG) de la Organización Meteorológica Mundial (OMM)). Aunque estos datos son aún provisionales, todo apunta a que los valores definitivos no diferirán mucho. Según el informe elaborado por el Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, el máximo anual de CO2 se registra siempre en primavera, a finales del mes de abril o principios de mayo.

Tanto los valores diarios de dióxido de carbono registrados en el Observatorio de Izaña durante todo el 2021 como el nuevo máximo mensual alcanzado en mayo demuestran que esa aceleración de la concentración no se ha visto frenada ni por el parón global provocado por la pandemia ni por la crisis económica mundial causada por esta crisis sanitaria.

Tendencia global

Aunque algunos estudios apuntaron a una reducción en torno al 7% de las emisiones de CO2 a nivel global en 2020, en comparación con 2019, otros informes sugieren que esta reducción se podría interpretar como algo puntual. El descenso puntual de las emisiones podría atribuir a la paralización parcial de la actividad de las pequeñas y medianas empresas y a la disminución del transporte de mercancías y viajeros a nivel mundial. Aunque, hoy por hoy, parece que tanto la actividad como las emisiones han remontado.

Antes de la actual pandemia ya se habían registrado otras reducciones en las emisiones anuales de dióxido de carbono, como la ocasionada por la crisis económica mundial de 2008. En general, los años en los que el crecimiento económico se ha visto frenado por alguna crisis económica, se observa una ralentización en el ritmo de emisiones de CO2 a la atmósfera. Pero ni siquiera estos frenazos puntuales evitan que la concentración promedio anual siga aumentando.

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Para explicar por qué las disminuciones puntuales de las emisiones anuales de dióxido de carbono no han conseguido frenar la tendencia creciente de la concentración de este gas, Emilio Cuevas, de Aemet, recuerda que estas cifras no dependen de las emisiones anuales, sino del total de emisiones que se han ido acumulando en la atmósfera hasta ese momento, debido a la larga vida del CO2 en la atmósfera, que puede persistir hasta más de cien años.

El informe de la agencia, de hecho, constata que una reducción puntual de las emisiones anuales no tiene un efecto directo sobre el promedio anual de concentraciones de dióxido de carbono. La larga vida del CO2 en la atmósfera y las crecientes emisiones registradas durante todo el siglo pasado y el presente justifican que la reducción puntual de emisiones durante la pandemia no haya generado una disminución, ni tampoco una estabilización, en la concentración de este gas en la atmósfera.

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