Soy de ese amplio porcentaje de personas que tienen síntomas de estar enganchados al móvil. Y esto de cara a mi trabajo como redactor de tecnología es en cierto modo positivo. El problema es que trasciende lo profesional, invade lo personal y ataca mi salud mental. Afortunadamente me di cuenta a tiempo, antes de que llegará a ser un problema real.
Desde hace tiempo soy yo quién controla el iPhone y no él a mí, desactivando por completo las notificaciones (salvo llamadas) y tratando de ser consciente del uso que hago. Sin embargo, seguía cayendo en algo en lo que caen muchos: tener el móvil cerca incluso cuando se está disfrutando (o intentándolo) de una película o una serie.
Propósito: desconexión y descanso
No es mi pretensión generalizar con este asunto, aunque sí intuyo y tengo ciertas certezas de que lo que a mí me ocurre es algo más extendido de lo que parece. Me refiero a eso de estar enganchado al móvil y desbloquearlo casi sin querer. Lo típico de que lo tocas para ver la hora y unos minutos después te encuentras navegando en redes sociales.
Pues bien, eso me pasaba y me pasaba mucho. Demasiado. Durante el día suelo estar atareado con alguna actividad, ya sea trabajar, hacer tareas de casa, realizar compras, quedar con algún amigo o sencillamente dar un paseo. Es durante la noche cuando tengo mi ratito de esparcimiento, ya que aprovecho para desconectar viendo alguna serie o película en mi Apple TV.
El problema venía cuando en muchas ocasiones tenía que rebobinar porque no me había enterado de lo sucedido. Por culpa del iPhone, por supuesto. O mejor dicho, por mi culpa, que no dejo de ser al final el responsable único de su uso. En ocasiones incluso había capítulos enteros que me perdía. No quizás al completo, pero sí buena parte de las escenas que a la postre acababan siendo claves para entender el desarrollo de la trama.
Voy a echar un vistazo rápido al móvil y acabo perdiéndome 15 minutos de una serie
Y todo por eso mismo que comentaba unas líneas más arriba. Estaba viendo una serie y genuinamente estaba interesado en ella, pero ya casi como un gesto inconsciente acababa desbloqueando el iPhone para cualquier cosa. Mirar Twitter/X, contestar rápido a un mensaje… Lo que fuese. Y el caso es que a veces no era algo realmente “rápido”, sino que quizás me arrastraba durante unos minutos y sobre todo cuando se trataba de un chat con algún amigo o familiar.
Así mismo, también me entretenía muchas veces con asuntos relacionados con lo que estaba viendo en la tele, pero que no eran lo más relevante. Véase que reconozco a un actor y quiero recordar otros papeles que hizo, ahí ya abro Safari en el iPhone y me pongo a buscar su carrera. En buena parte de las ocasiones acababa al final enredado en buscar otros actores relacionados, leer qué fue de ellos y un largo etcétera que nuevamente me dejaba la misma conclusión: no disfrutaba de mi tiempo de ocio.
El ajuste mágico del iPhone (y un simple gesto adicional)
En virtud de todo aquello, tomé la decisión de impedir que el iPhone me distrajese. Todo es cuestión de fuerza de voluntad, lo sé, pero quería una herramienta adicional que me ayudase a ello. Ahí es donde recordé los ya conocidos modos de concentración de iOS que ayudan precisamente a eso, a concentrarse.
Opté por crear un modo llamado “Desconexión” y que se activa automáticamente a las 21.15h cada día. Es la hora en la que ya he terminado todas mis tareas y me dispongo a disfrutar de un rato de tele. En ese modo he configurado una pantalla única en la que apenas tengo a la vista el widget de ‘Recordatorios’ por si aún me quedase algo pendiente, el de ‘TV Time’ (app que uso para el seguimiento de series), así como los iconos de ‘Música’, ‘Cámara’, ‘Fotos’ y ‘Pocket Casts’.
Así mismo opté por aplicar duras restricciones al resto. Por un lado, nada de notificaciones que no sean llamadas de mis favoritos, así como limitarme el acceso a aplicaciones que sé que si entro me entretendrán de forma inoportuna. Véase Instagram, X (Twitter) o YouTube. De ese modo me aseguro de que, aunque quiera abrirlas usando el buscador, no podré. Un buen autorecordatorio de la importancia de la salud mental y de disfrutar sin distracciones de ese rato de ocio.
Así mismo, hay un gesto más que estoy aplicando mucho en estos meses y que es el definitivo: dejar el iPhone en otra habitación. Si ya de por sí el uso lo tenía muy limitado, alejándolo físicamente del salón logro que ni siquiera tenga una mínima tentación de usarlo. Parece un gesto simple e incluso tonto, pero trae muchos beneficios.
Mucho ganado y absolutamente nada perdido
Desde que hago esto, siento que realmente he reducido mi uso absurdo del iPhone. Y con absurdo no me refiero a que entrar en redes sociales y demás lo sea. Personalmente disfruto viendo estas redes sociales, pero infinitamente menos que cuando me siento/tumbo en mi sofá a ver una serie o película.
Desde que hago esto no sólo he mejorado mi atención a lo que estoy viendo, sino que incluso estoy avanzando mucho más rápido en mis maratones nocturnos. Y lo mejor es que he expandido estos gestos a otros ámbitos. Por ejemplo, cuando recibo amigos o familiares en casa. Me pongo aquel modo de “Desconexión” en el iPhone y así priorizo que mi atención estará dedicada a la conversación que mantengo con las visitas.
Obviamente cada persona es un mundo y honestamente admiro a quien tiene la capacidad de, por su propia cuenta, saber despegarse del iPhone. Yo supongo que con estas prácticas probablemente tenga una mayor fuerza de voluntad para hacerlo, pero entre tanto recurrir a modos de concentración me están ayudando a evitar la tentación. Y como decía al inicio, conozco más casos similares, por lo que aconsejo a todos aplicar medidas como estas para así dominar al iPhone y que no sea él quien controle y mate tu tiempo.
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