Optimismo es la palabra que mejor define el sentir del director de la Unidad de Desarrollo Tecnológico (UDT) de la UdeC, Alex Berg Gebert, frente a los favorables resultados del proyecto de reciclaje de mascarillas desechables nacido en medio de la pandemia.
Hasta ahora, la Unidad situada camino a Coronel ha reciclado más de trescientos mil cubre bocas, lo que ha significado dar un nuevo uso a las fibras que componen este elemento de protección básico frente a la propagación del coronavirus.
“Las mascarillas han resultado útiles para la contención del virus; pero están hechas de polipropileno, un material que no es degradable en condiciones naturales. Está compuesto por fibrilas, pequeñas partículas que con el uso se van desarmando mecánicamente”, comenta Berg.
Y son peligrosas si llegan a cuerpos de agua, “porque se convierten en micro partículas de plástico que se pueden incorporar a la dieta de los animales y, luego, a la del ser humano. Por un lado, es un lado plástico que no se degrada y, por otro lado, forma unas partículas que son nocivas”.
Con esto en vista, comenzaron los estudios para emprender una solución que aportara a reducir, en parte, la creciente contaminación que generan las mascarillas desechadas, cuyo volumen diario, de acuerdo a las estimaciones de la UDT, llegaría a 33 millones de unidades, unas 165 toneladas.
En la fase piloto-demostrativa de este proyecto se unió un grupo de empresas de la Asociación de Industriales Pesqueros (Asipes) de Talcahuano y Coronel, que comenzaron a enviar las mascarillas usadas en sus instalaciones a la UDT.
El director explica que para recuperar el material, se parte por sanitizar las mascarillas, para luego molerlas y eliminar las pinzas metálicas que las ajustan a la nariz. Después son convertidas en pellets para aumentar su densidad, ya que -señala- el material molido es muy esponjoso.
“Finalmente, los pellets son incorporados a un equipo de inyección de plástico para producir distintos productos como maceteros, bandejas y basureros”, indica.
Esto es lo que han hecho hasta ahora, “pero se pueden fabricar un montón de objetos. Desde los lápices y otros elementos de escritorio hasta las carcasas de celular… casi todo está hecho por inyección de plástico, por lo tanto, la variedad de productos es prácticamente infinita”, dice el investigador.
Interés creciente
A las empresas iniciales se ha ido sumando otras, de otros rubros, y el interés por participar de esta iniciativa continúa creciendo.
“Prácticamente todos los días nos llegan solicitudes de empresas, colegios, de liceos de todas las partes de Chile, pero evidentemente no podemos atenderlas todas porque hay que pagar el servicio (de traer las mascarillas a la planta); eso cuesta dinero, pero hay empresas que están dispuestas a pagarlo”, cuenta.
Con los buenos resultados alcanzados, la UDT proyecta aumentar la capacidad de procesamiento a partir de octubre, para llegar a 100 mil unidades por mes; es decir, unas cinco toneladas.
En paralelo, los investigadores están analizando formas de reunir las mascarillas que se usan en el gran Concepción y se plantean instalar un punto de recolección dentro del campus central.
Las evaluaciones son altamente positivas por lo que se ha logrado hasta ahora y las proyecciones que tiene la tecnología desarrollada por científicos de la universidad.
“Vamos súper bien. Desde el punto de vista tecnológico, tenemos resuelto el problema; del punto de vista de las autorizaciones para funcionar, tenemos un permiso provisorio de la Seremi de Salud que dura hasta el próximo año y estamos viendo la posibilidad de obtener un permiso estable en el tiempo”, comenta Berg.
Transferencia tecnológica
También son auspiciosos los avances en términos de transferencia de la tecnología, que apunta a que empresas de otras ciudades puedan sumarse al reciclaje. “Estamos en negociaciones bien avanzadas; ya firmamos un convenio con una empresa en Santiago para que lo empiece a hacer allá”, cuenta.
Incluso, agrega, se está barajando la posibilidad de transferir el diseño de los equipos montados para el proceso, particularmente los que hacen la sanitización. De acuerdo al director de la UDT, el montaje del sistema “no es muy difícil ni tampoco exige inversiones demasiado grandes, son inversiones más bien moderadas”.
Sin embargo, advierte que esta solución “no es neutra”, puesto que las empresas que reciclan sus desechos tienen que pagar por ello. “El tratamiento del material es más costoso que el valor de los pellets que se obtiene al final”, agrega.
El investigador comenta que están muy entusiasmados también por la recepción que esta trabajo ha tenido en los medios de comunicación y la ciudadanía.
“En general, vemos que las personas, están preocupadas por el tema y eso me ha llamado positivamente la atención. Al ver las mascarillas botadas en la calle podríamos pensar que somos todos irresponsables, no nos preocupamos por el medioambiente, pero la respuesta que hemos tenido nos indica que también hay mucha gente que está consciente que tenemos que hacer las cosas de otra manera. Por eso creo que tecnología, por una parte, y las personas y la comunidad, por otra, deben trabajar estrechamente y vemos que hay puntos de encuentro súper potentes”, asevera.
Finalmente, para Berg se trata de un aporte tangible a problemas de la sociedad. “La responsabilidad de las universidades no termina con un paper o en la presentación de una solicitud de patente; va más allá: si no logramos que nuestros conocimientos y tecnologías se apliquen estamos cumpliendo solo parcialmente nuestra misión”, concluye.