Desde la más tierna infancia recuerdo a mi abuela materna cuidando su piel de forma rutinaria. Yo no era consciente, pero fue una auténtica visionaria que quizá me orientó (sin nosotras saberlo) hacia el mundo en el que escribo ahora.
Nos encantaba la serie ‘Se ha escrito un crimen’, aunque veíamos cualquiera de Poirot y también alguna ópera juntas. En el cuarto de jugar y frente al televisor, ella empezaba un ritual que yo observaba de reojo para no perderme la trama. Cada noche, primero se limpiaba la piel con una pequeña toalla. Lo hacía de forma suave, con un limpiador que solo recuerdo que el frasco iba sin marca. Luego aplicaba agua de rosas, el bote era de plástico rosa y con flores dibujadas, olía a flor (debo confesar que no es de mis aromas favoritos, pero, bueno, no voy a estropear esta bonita anécdota con una disertación aromática), y después de estos dos pasos aplicaba una crema hidratante untuosa que le dejaba la cara semiblanca. Una vez lista, con el capítulo acabado, por supuesto, se metía en la cama para iniciar la fase de recuperación de la piel que yo he conocido muchísimos años después.
Siempre he admirado esa calma y esa rutina que no rompía jamás, constante. Ese aroma que bañaba nuestras noches durante los once años que vivimos con ella. Pese a que mandaba el mensaje, yo no lo he aprendido hasta hace poco. Esa agua de rosas era su tónico.
Este es un paso olvidado, que ni oso preguntar a mis amigas si lo realizan, pero está claro que la mayoría se lo saltan olímpicamente, y si no a los hechos me remito. Pero como estos artículos me sirven para evangelizar sobre la belleza, lo hago con vosotras que me escucháis más: LA LIMPIEZA DE LA PIEL SE ACABA CON EL TÓNICO (sí, las mayúsculas son intencionadas), al que también llamábamos loción. Durante años no ha habido problema, pero en los últimos tiempos un nuevo cosmético lamado ‘loción’ ha debutado en nuestra rutina, con su propia personalidad y sin puntos en común con los tónicos.
Lo que nos faltaba. Así que he creído que era interesante aclarar algunos puntos y contaros la importancia de usar estos productos de la mano de expertos en dermocosmética como Paola Gugliotta, fundadora de la firma Sepai.
¿Cuál es la diferencia entre tónico y loción?
El tónico forma parte de la rutina de belleza europea y americana desde hace muchos años. Se aplica después de los productos de limpieza para equilibrar el pH de la piel y acabar con los últimos restos de suciedad que hayan quedado en ella. Es el último paso de la limpieza de la piel.
La loción, en cambio, viene de Corea. Las mujeres coreanas siguen una rutina de belleza de muchos pasos porque, como tienen la piel muy fina, no suelen aguantar muy bien las fórmulas grasas, pero les encanta que los cosméticos contengan muchos activos. La única manera de conseguirlos es a través de productos muy ligeros aplicados en muchos pasos. Así que la loción es el primer cosmético que se aplica tras la rutina de limpieza y se utiliza inmediatamente después del tónico.
Una loción es una especie de presérum. Es una sustancia muy acuosa, muy líquida, muy ligera, que se emplea para que la piel esté preparada y sea más receptiva a las fórmulas que se van a aplicar a continuación: el sérum, la crema, el aceite. El objetivo de la loción es hidratar porque una piel bien hidratada rentabilizará mejor los tratamientos posteriores.
No creas que puedes sustituir con la loción a un sérum o una ampolla porque no tienen la misma cantidad de ingredientes activos. Una loción es un producto muy básico, que hidrata y calma. Volvemos a los distintos tipos de piel. Las coreanas necesitan añadir activos capa a capa para retener estos en una piel que es muy fina. Las pieles occidentales son más resistentes y aceptan más ingredientes de una sola vez. Si tienes la piel sensible, ten cuidado, y habla con un experto antes de elegir tu fórmula. Los tónicos con mucho alcohol o con ácido glicólico sientan fatal a las pieles sensibles. Y las lociones en sí mismas no tienen por qué causar problemas; lo malo son las rutinas de belleza con tantos pasos, eso sí que puede provocar pieles reactivas o muy sensibilizadas.
Debes saber también que los dos no son igual de imprescindibles y si tienes que prescindir de uno es de la loción porque, aunque el sistema de belleza coreano añade activos poco a poco, que penetran mediante masajes manuales y mejoran la piel de manera increíble, se entiende que no todo el mundo tiene el tiempo ni la paciencia ni el dinero para una rutina tan larga. En cambio, la limpieza siempre hay que terminarla con un tónico porque es importante para la piel recuperar el pH que la limpiadora ha alterado.
Tónico de Clarins con manzanilla y extractos de plantas para pieles normales o secas (26,50 euros).
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Tónico Calmante de Apoem. Formulado con albahaca y bergamota, se adapta a todo tipo de piel pero se luce con las pieles sensibles (39 euros).
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Tónico con extracto de caléndula de Kiehl’s. Un clásico que enamora (nació en 1960) a las pieles grasas. Esta es una edición limitada de Navidad (38,50 euros).
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Tónico en gel antiimperfecciones de Garnier. Contiene ácido salicílico, el ingrediente imbatible para cerrar los poros, y manzanilla, que calma las pieles sensibles con tendencia acneica (4,99 euros).
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Loción tónico de pomelo de Sisley. Tonifica y refresca las pieles mixtas y grasas y afina los poros (81 euros).
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Loción Revitalizante Absolue de Lancôme. Tiene una textura gel que se transforma en líquido en contacto con la piel (110 euros).
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Infusión Facial de Diptyque. Infusión de rosa, rica en oligoelementos y vitaminas, prepara la piel para recibir las cremas de la rutina (42 euros).
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Essence Lotion de Chanel. Primer paso de la rutina de belleza, su objetivo es iluminar, revitalizar y restaurar los lípidos de la piel (71 euros).
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Luster Lotion de Diana Montoya, con colágeno, ácido hialurónico y un complejo de ‘bacterias amigas’ que equilibra las defensas naturales de la epidermis (48 euros).
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Loción Mega-Mushroom Relief & Resilience de Origins, un puñado de ingredientes que se utilizan en la medicina tradicional china que calman la piel y restablecen su elasticidad (36 euros).
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Desde la más tierna infancia recuerdo a mi abuela materna cuidando su piel de forma rutinaria. Yo no era consciente, pero fue una auténtica visionaria que quizá me orientó (sin nosotras saberlo) hacia el mundo en el que escribo ahora.