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Leonardo DiCaprio versus Internet: por qué salir con veinteañeras ya no causa tanta envidia

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“He descubierto que hay dos formas de mantenerse joven. Una muy casera, que es casarse con una mujer mucho más joven, lo cual permite acercarse al mandato del Arcipreste de Hita de yacer con hembra placentera […].”

Con esta imagen mental para sus oyentes se despedía este jueves Fernando Ónega de 30 de años de radio, ilustrando así cómo la edad es solo un número, salvo si eres una mujer y en concreto la suya. Sin entrar en lo que la “hembra placentera” en cuestión opine, es bastante evidente que el periodista se sentía más que seguro de este descocado adiós. No es de extrañar; es ampliamente conocido que la experiencia no es sinónimo de madurez y que Ónega no es único con esta perspectiva como guía para el coito.

Foto: Leonardo DiCaprio, llegando a los Oscar 2020. (Reuters/Eric Gaillard)

Esta semana se ha conocido la ruptura del, por fin, oscarizado actor Leonardo DiCaprio (47 años) con su última pareja, la también actriz y modelo Camila Morrone (25 años). Los memes y las chanzas no se han hecho esperar, como es costumbre en torno a la figura del actor desde hace unos años.

En 2019, el usuario TrustLittleBrother publicó en Reddit una ya célebre gráfica donde ponía en relación la edad de Leonardo DiCaprio y la de sus parejas sentimentales. La lista de novias, muchas de ellas modelos habituales de ‘Sports Illustrated’ y Victoria’s Secret, evidenciaba un claro patrón: fuese la que fuese la edad de DiCaprio en ese momento —44 contaba entonces el actor— ninguna superaba los 25 años de edad. Desde entonces las bromas al respecto han sido una constante, un tema que ha trascendido (como tantas otras cosas) las conversaciones “de chicas” para formar parte de la cultura popular.

Foto: Leonardo DiCaprio, en una imagen de archivo. (Getty)

En 2020, Leo DiCaprio fue la víctima del abusón profesional que es Ricky Gervais en la gala de los Globos de Oro. Abierta la veda, ha sido motivo de mofa en la ceremonia de los Oscars de este año y mucho tendría que cambiar la cosa para que no fuese la broma de 2023. Aunque hay que reconocer que el comienzo de todo esto, mucho antes de que se tornase en una clara crítica pública, fue la introducción con la que Tina Fey presentó al actor en los Globo de Oro de 2014. “Y ahora, como la vagina de una supermodelo, demos una calurosa bienvenida a Leonardo DiCaprio”, dijo la cómica antes de que DiCaprio subiera al escenario para dar el premio a la mejor actriz dramática de aquel año. Leo, no consciente aún de la retranca que pesaba sobre el chiste, respondió sonriente con gestos de aprobación.

Por aquel entonces, Leonardo DiCaprio aún vivía de su imagen de ‘pussy pose’, la banda que formaba con otros jóvenes actores en los 90 y que retrató magistralmente Nancy Jo Sales en un artículo de 1998 para ‘New York Magazine’, “Leo, príncipe de la ciudad”. Una imagen de picaflor eterno que, aunque quizá no le favorecía en las temporadas de premios, no fue un obstáculo para obtener papeles con los más grandes directores y disfrutar del cariño del público. Hasta hace bien poco, la situación sentimental de DiCaprio era poco menos que la de cualquier soltero de oro de hollywoodiense: tratada con respeto por los medios, con envidia por los hombres y con cierto recelo por las mujeres. Nada que no le hubiese pasado antes a George Clooney… hasta hace unos años.

“Una imagen de picaflor que no fue un obstáculo para obtener papeles con los más grandes directores y disfrutar del cariño del público”

Este año he cumplido 30; una edad —si se me pregunta— en la que estoy disfrutando de una juventud prudente y razonable. Pero no es ningún secreto que la adecuidad de la treintena en las mujeres no es (aún) un consenso social. No son infrecuentes los comentarios sobre el peso, la fertilidad, el aspecto, las responsabilidades o la actividad sexual de mujeres de mi edad. Huelga decir que estas opiniones son con frecuencia negativas y, cuando no lo son, convierten la edad del hecho biológico que es en una cuestión de debate público.

En los últimos años, en relación al ‘body positive‘ —o positividad corporal— y al envejecimiento en activo del ‘star system’, han aumentado los comentarios favorables en torno al cuerpo de las mujeres adultas. El célebre “está estupenda”. Los ejemplos son extensos: Jennifer López, Cate Blanchett, Shakira, Gillian Anderson. Son solo algunos nombres de las muchas mujeres adultas que se gastan más lozanía en público que la yo que soy capaz de mantener cualquier día de la semana en privado.

Se valora cada vez más que no se queden en casa y que trabajen a destajo, se alaban sus rostros y figuras mantenidas. Nada de hacerse la dama de los escenarios y dar conciertos en acústico o retirarse a disfrutar de lo cosechado en la primera juventud. Se aprecia, en definitiva, que cumplan años, pero no envejezcan. Se niega, incluso, la madurez porque llegadas a cierta sabiduría, se renuncia con mucho gusto a la alabanza si depende de melindres.

Foto: La edad menos feliz ronda los 47 años. (iStock)

Aquí, para tener el beneplácito de medios y público, hay que estar al pie del cañón, porque el cansancio es de ancianas: reinterpretarse, pero sin ser una desesperada, atenta al aspecto sin llegar al ridículo, sexualmente atractiva sin parecer ofrecida. No es más entonces que el equilibrio malabar con el que se castigan las emancipaciones femeninas. Alargar la juventud no parece, por lo tanto, la solución a un problema de percepción social, no biológico.

El dilema que plantea un tiempo de transición como este, con sus contradicciones habituales, en torno al envejecimiento de las mujeres, su capital sexual y la opinión pública es harto complejo. Por un lado, algo parece haber cambiado en el ambiente, en la aproximación general a esta manera de comportarse que empieza a chirriar en la gente más joven. La vida de Leonardo DiCaprio ya no causa celos, ahora da risa, y es muy probable que, a medida que pase el tiempo y los Fernandos Ónegas del mundo se retiren con sus hembras, el sino de DiCaprio sea el de un payaso triste.

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Por otro lado, la reivindicación de los cuerpos maduros de las mujeres vuelve a caer en las mismas premisas de aprobación masculina que atenazan a las más jóvenes: la aprobación a través del deseo masculino, la mirada sexualizada como moneda de cambio. Tú sí vales, tú no. Si ponemos la atención en la otra parte interesada de todo esto, en todas nosotras que vivimos y envejecemos día a día, lo cierto es que nadie tiene el más mínimo interés en despertar el deseo de quien le provoca vergüenza ajena. Quizá Leonardo DiCaprio no sigue ninguna regla para salir con chicas menores de 25. Quizá, como casi todos, se tenga que conformar con lo que le toca.

“He descubierto que hay dos formas de mantenerse joven. Una muy casera, que es casarse con una mujer mucho más joven, lo cual permite acercarse al mandato del Arcipreste de Hita de yacer con hembra placentera […].”

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