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Leggings y fajas: así venció el coronavirus a la moda tradicional en 2020

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Si tuviéramos que hablar de una tendencia que ha traído consigo esta crisis, sin lugar a dudas hablaríamos de la comodidad, y los expertos en moda señalen que cuando todo regrese a la normalidad, el confort se va a quedar entre nosotros. ¿Cómo vamos a volver a abrazar esos diseños que no permiten apenas respirar y esos tacones con los que correr es imposible tras haber probado las mieles de las deportivas y de los leggings? Sin embargo, hay elementos mucho menos hogareños que también han triunfado este año, como la ropa moldeadora. El que Kim Kardashian haya popularizado su uso y convertido estos diseños en prendas deseables gracias a sus campañas y a las ventas con unidades limitadas destinadas a agotarse de forma inmediata, así como el que Zara ya cuente con sus propias bragas shapewear, ha popularizado su uso.

Lo sorprendente es que en lugar de comprarnos ropa arreglada para que cuando podamos retomar nuestro estilo de vida normal contemos con un nuevo armario sofisticado, lo que hemos hecho es comprar esas prendas que antes no nos atrevíamos y que no solo no se ven, sino que tienen como finalidad, precisamente, que nos veamos mejor. Mientras que el teletrabajo al comienzo impulsó la venta de camisas con lazada y de blazers, ahora es más habitual, tras habernos acostumbrado al universo Zoom, que sean los jerséis y las sudaderas el nuevo uniforme. En este marco, los leggings han sido los grandes triunfadores, pues funcionan tanto para los que cuentan con un código de oficina especial pensado para el mundo de las telellamadas como para los que prefieren ponerse encima un suéter y encender el ordenador.

Según la agencia de pronósticos WGSN, las ventas de leggings han aumentado un 60%, y la ya famosa llamada de Kamala Harris a Joe Biden enfundada en unos de Nike no ha hecho más que cerciorarlo. El que el teletrabajo haya venido para quedarse y cada vez sean más las empresas que contemplan formatos híbridos ha supuesto el nacimiento en Pinterest del término ‘clofficewear’ (closet/office). Este año las tendencias han nacido de una crisis, no de las pasarelas, pero han sido ellas las que las han reforzado. Basta con echar un vistazo al último desfile de Saint Laurent para comprobar que no solo los leggings, sino los leggings ciclista, se combinan ahora con blazers y se convierten en looks aptos para la oficina.

El problema del triunfo de la moda más hogareña y deportiva para trabajar radica en que en un momento en el que nuestras casas son nuestras oficinas, al no contar con un uniforme que diferencie espacios, tampoco generamos espacios mentales diferentes. Si de la cama pasamos a poneros delante del ordenador con nuestro chándal y olvidamos esos minutos dedicados a ‘uniformarnos’ siguiendo los códigos laborales, ¿sabremos cuándo parar de trabajar o estaremos siempre listos para la batalla?

Entre fajas, deportivas y leggings emerge el vestido siesta, un diseño viral de tintes victorianos que ha cobrado fuerza esta temporada y que funciona también para saltar de la cama hasta el escritorio, por lo que viene a asentar la costumbre de no diferenciar ya ‘dress codes’ detinados a delimitar las barreras entre el universo privado y el laboral. Incluso los abrigos se han sumado a esta nueva realidad en la que los límites desaparecen, pues a causa del ya famoso abrigo verde de Nicole Kidman en ‘The Undoing’, ese que ha dividido a internet y a los expertos de moda y que parece más una bata de estar por casa que un diseño pensado para resguardar a una adinerada psicóloga del frío neoyorquino, este tipo de creaciones nos protegen del frío sin dejar de recordarnos el calor del hogar.

Cuando Carmen Lomana recomendó a los españoles (esta frase todavía puede volverse más extraña, y va a ocurrir en 3,2,1…) que se arreglaran para estar por casa, horrorizada al ver a sus amigas sin maquillar y sin haberse enfundado en looks de calle para hablar con ella a través de Zoom, quizás no estaba diciendo algo tan disparatado. Si nos acostumbramos a no arreglarnos jamás, estamos demostrando que el exterior es una mera banalidad, de acuerdo, pero también estamos dejando de dedicarnos tiempo y de mandar mensajes con nuestros looks. Si dejamos de leer el significado de la moda y la empleamos únicamente para resguardarnos del exterior, quizás sea entonces precisamente la moda la gran víctima del coronavirus.

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