Hace unos días una Diputada y un Diputado de Revolución Democrática anunciaron la renuncia a su partido. Este sábado el Partido Liberal anunció su salida del Frente Amplio (FA). Ya antes, otros dirigentes y militantes de otros partidos del FA habían renunciado a sus organizaciones y otros partidos habían dejado dicha coalición. Se trata, salvo excepciones, de movimientos nuevos con militantes también jóvenes. Estas renuncias y escisiones no son nada nuevo, nada extraño, ni tampoco deben considerarse situaciones tan graves.
Los partidos políticos tienen ciclos de vida y su etapa de formación, es una que se caracteriza por la búsqueda de sus principales definiciones e identidad. En esta etapa, los quiebres, retiros y redefiniciones son situaciones normales y esperables; lo extraño sería que estos fenómenos no se produjeran y que nuevos movimientos políticos se mantuvieran inalterables desde su creación. De hecho, estos son fenómenos que suceden también en partidos con mayor tradición y en dirigentes de más edad y experiencia. Por supuesto, hablamos de partidos conformados en torno a ideas y proyectos y no de aquellos que se organizan tras la defensa de intereses corporativos.
Por cierto, la situación actual de incertidumbre y cambios sociales, políticos y económicos importantes, y velocidad de estos cambios, pueden también presionar para que situaciones como éstas se den de manera más repetida. Los sistemas políticos también colaboran con esto y en ese sentido el inicio del proceso constituyente y las definiciones que se deben tomar respecto de él, son también un factor a considerar.
Se ha instalado una suerte de enjuiciamiento colectivo, sobre los que se van y sobre los que se quedan, de unos sobre otros y de los demás partidos y dirigentes que observan y que intentan instalar un cuestionamiento sobre los principios que inspiran estas decisiones y sobre la mayor o menor consecuencia de los que las toman.
Probablemente en el caso del Frente Amplio y RD se dé un enjuiciamiento aún más entusiasta, de algunos que se vieron apuntados por estos mismos partidos, movimientos y dirigentes; por esa conducta refundacional que los caracterizó en sus primeros años y por sus juicios, la mayoría de las veces sobre apasionados y de extrema moralina hacia todos los demás actores del sistema, entre los que me incluyo, y su incapacidad de reconocer prácticamente nada valorable en los otros. Probablemente se aplique bien la sentencia Aristotélica “el hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios”. Por cierto, muchos en el Frente Amplio son esclavos de sus palabras.
Me parece una aventura arriesgada anunciar la muerte de estos nuevos partidos o la acusación de que no ya no fueron la promesa que parecieron, al irrumpir a escena. Nada de eso. Estos nuevos partidos y sus dirigentes; también los próximos que irán naturalmente apareciendo en el mundo de la política tienen vida para rato. Con más quiebres, nuevas fusiones y nuevas redefiniciones.
Aunque a algunos les pueda parecer raro, hasta quizás a los mismos protagonistas que comentamos, las personas cambian. Lo hacen en sus ideas y posiciones. Los movimientos y partidos también. Creo difícil encontrar un partido inspirado en ideas que permanezca inmutable y atado a sus mismas creencias fundacionales. La vida de las personas y sus experiencias vitales, así como los contextos, van formando y transformando, y asumir los cambios y tomar decisiones no tienen por qué ser sinónimos de inconsecuencia o traición, aunque uno no las comparta.
No me interesa entrar en el fondo político de las decisiones que hemos visto, en cuanto a políticas de alianzas y otras, pues ese no es el sentido de esta esta breve reflexión, sino el hecho mismo de estos quiebres. Y lo que sucede en estos días en el Frente Amplio es lo más parecido a la vida y a la política, en el mejor sentido de la palabra. Por lo mismo creo que el peor error que pueden cometer sus protagonistas, personas y partidos, es sumarse a la lógica dramática de algunos, que ensalzando supuestos heroísmos o anunciando supuestas traiciones, esconden deseos no precisamente amables hacia sus protagonistas.
Me quedo con lo que creo es más relevante. Que la política siga siendo una inspiración para nuevas generaciones, una actividad considerada digna, de servicio. Un espacio indispensable para construir mejores sociedades de manera democrática y respetuosa; y para una centro izquierda lo más unitaria posible, que sea una alternativa válida, atractiva y creíble para la mayoría de la gente.
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