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Las náuseas de Sammis Reyes antes del éxito: 34 días al límite del maipucino de la NFL

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Son las doce del día y el sol, que pega fuerte en Richmond, ahoga a los jugadores del Washington Football Club. Entre ellos está un maipucino, Sammis Reyes, quien vive su primer día en el Campamento de entrenamiento previo al inicio de la temporada. El chileno lleva dos minutos en la cancha y su cuerpo ya suda a montones. El casco y las protecciones son un peso extra, pero también sus guardianes en la batalla que se vivirá minutos después.

Cuando el nuevo ala cerrada del equipo de la capital mira a sus compañeros, las sensaciones son las mismas. Con 38 grados y casi un 80% de humedad, las condiciones están lo más lejanas a las de un campamento. Allí están formando guerreros. Algo que los más blandos, derechamente, no pueden soportar.

Tras una sesión matutina, donde realizan ejercicios continuos y de contacto, el desgaste le pasa factura a los menos preparados. Sammis ve a compañeros conectados a sondas de suero, tras caer deshidratados mientras competían. Otros con la mirada nublada, exhaustos. De fondo suenan las cadenas de los inodoros, mientras las gargantas de otros aspirantes devuelven las sobras del desayuno y un líquido amarillento, que probablemente viene de las bebidas isotónicas que habían consumido minutos antes para no caer rendidos en las rutinas de trabajo. Esa es la realidad a la que tiene que saber enfrentarse desde ahora. Pero no tiene susto. Las horas incontables en el gimnasio, los desvelos, los dolores musculares por exigirse al máximo, ahora lo ayudan. Su cuerpo es privilegiado, pero no por nacimiento, sino por puro trabajo.

“Cuando entrenamos lo primero que sufrimos es la deshidratación. Empieza a fallar la forma en que procesamos la información. Estás cansado, agitado, respirando fuerte y te llaman para la siguiente jugada, la cual ya ni recuerdas cómo era. Solo escuchas los gritos de 22 personas. Es todo muy riguroso. Por eso las oportunidades tienen que ir acompañadas de preparación para que pasen cosas buenas. Yo lo estaba”, recuerda Sammis con El Deportivo desde su habitación en Washington D.C. Ya han pasado semanas desde aquellas primeras jornadas, pero no lo olvida.

Uno de los pocos momentos de disfrute, cuando logras anotar un touchdown en los entrenamientos. (Emilee Fails / Washington Football Team)

Fue ahí donde comenzó a ganarse un peso dentro del equipo que hace de local en el FedEx Stadium. “Tomé buenos golpes, los asumí sin problemas. Me paraba después de ellos. Esto es algo totalmente físico, donde puedes estar bien parado, pero llega alguien desde un punto que no lo ves y te pega con toda su alma”, analiza sobre los entrenamientos previos a su debut en la NFL. Es una rutina agotadora. Entrenamientos matutinos con las máquinas, sentir cómo los musculosos amenazan con romperse y desgarrarse por el peso. Después, salir a recibir golpes y golpes. Correr, ver la pelota por los aires y sentir como un tipo de más de 100 kilos pone su hombro contra tus costillas, que pese a estar protegidas, sienten el impacto con fuerza. Dolor en el estómago, problemas para respirar, zonas con hematomas, pero pese a eso, volver a levantarse al otro día para salir a jugar. Una rutina que agota y destruye, pero que también le dio una nueva buena vida a Sammis.

Su nombre es seguido con lupa por los expertos y fanáticos del fútbol americano en Norteamérica. De luchar por años bajo la sombra, para obtener un cupo en algún equipo de básquetbol, a ser el personaje de la nota del día de Sport Illustrated sin siquiera haber debutado en la pretemporada de la NFL. ¡Sin siquiera haber jugado un partido de fútbol americano en su vida! Un cambio radical, que se explica por una historia que enamoró a un país que ve en el chileno la encarnación del sueño americano. No solo la prestigiosa revista deportiva le dedicó páginas estelares. CBS, Sportscenter, The Washington Post y Bleacher Report también han escrito sobre él. Incluso fue el primer jugador de Washington en ser elegido para dar una conferencia luego de que se conocieran los 53 nombres que fueron inscritos para la temporada. Kenneth Padilla, su amigo y mánager, lo tiene claro: “Ellos saben el proyecto que tienen. El potencial y la realidad que es Sammis, porque hay que poner en contexto que él ha logrado un impacto en toda Latinoamérica, la vida le cambió para siempre”.

Una última frase que Sammis también admite. “Ha sido placentero, pero al mismo tiempo hartas cosas han cambiado. Se me hace difícil ir al supermercado o ir al mall. Tengo que ir medio tapado para que no me vean o no puedo hacer mis cosas. Pero es grato. Estoy agradecido del amor y del cariño. Si me piden una foto o un autógrafo, nunca diré que no”.

El 31 de agosto, Sammis llegó temprano a las instalaciones del Washington Football Team. Eran las 6.30 de la mañana y recién en tres horas comenzarían los ejercicios. Es un trabajólico compulsivo, pero también sabía que esa era una jornada importante, pues se daría la lista de los 53 jugadores elegidos para la plantilla final del equipo. Los nervios comenzaron cuando nada más entrar a los pasillos del edificio, vio que estaban todos los gerentes de la franquicia. Los saludó y se fue a elongar a la sala de pesas. Ahí vio cómo empezaron a llamar a otros jugadores a las oficinas. A él, no. Los minutos pasaban, la danza de jugadores aumentaba y él seguía esperando su turno, uno que no llegó. Miró su reloj. 9:30 AM, la hora de entrenar. Fue al campo nervioso, y cuando se reunieron todos, llegó el momento del desahogo. El Coach les avisó a los presentes que ellos conformaban la lista final de jugadores seleccionados.

A Sammis se le paró el corazón. Casi en blanco, olvidó que estaba a minutos de tener que vivir otra sesión agotadora, donde lo machacan a él y él machaca compañeros. Donde no importa quién eres ni cuántos seguidores tienes. Pero el dolor que se acercaba no era un pensamiento en su cabeza. Solo pensaba en que su nombre iba a estar en la plantilla de los ex Pieles Rojas. Que la noche histórica, donde jugó ante los Patriots y donde tuvo dos recepciones, iba a repetirse.

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“Fue un proceso lleno de altos y bajos. Con momentos de muchos nervios, donde no sabía que iba a pasar, pero con otros muy buenos como el del primer partido de pretemporada. Hice un muy buen trabajo en los lanzamientos, pero por sobre todo tuve mis pies sobre la tierra. Viviendo el presente. Esa es mi mentalidad últimamente y me ha resultado muy bien”, confesó.

Sammis (con polera blanca. número 80) bloquea a un compañero en una sesión de entrenamiento. (Emilee Fails / Washington Football Team)

Pero ese viaje no ha terminado. Todo lo contrario. Ahora viene el momento de la verdad, donde su nombre ya no será solo parte de los medios, sino que también tendrá que resaltar en la cancha. Su buen debut contra los Patriots fue un buen primer paso. La conmoción cerebral que sufrió entrenando antes del segundo partido de pretemporada, un aviso de que el deporte que eligió es de los más peligrosos. “A veces la cabeza va en el ángulo incorrecto o te pillan donde no los ves y te dan un golpe grande, pero no es algo muy raro en esta disciplina. Esto pasa bastante, es un deporte rudo, en el que se necesita sacrificar el cuerpo un poco. Pero no fue nada mayor, nada que diera más que hablar que eso. Fueron solo unas semanas sin ejercicio, así que contento y tengo que seguir metiéndole”, fue su comentario cuando se le preguntó por el golpe.

La rutina del contacto. Se está con los ojos perdidos, sintiendo fatiga y pérdida de desorientación, pero no se puede tener miedo. No hay espacio para dudas. Hay que asumir, esperar el visto bueno de la liga (que tiene un protocolo muy exigente para prevenir lesiones graves) y volver a salir a la cancha.

Pero esa adaptación no la ha vivido solo. Tuvo la suerte de encontrar a un guía y un compañero en su equipo. Cuando se le pregunta por el jugador con el que tiene mejor relación, Reyes no titubea: Logan Thomas, el ala cerrada número uno de Washington.

El atleta de 30 años vive un momento estelar en la liga. De pasar en varios equipos como un jugador secundario, e incluso habiendo llegado a la NFL como mariscal de campo, el nacido en Virginia fue clave en la temporada 2020 y se ganó una renovación de tres años con el cuadro capitalino. Su historia de superación y adaptación, en cierta parte se refleja en la de Sammis, algo que sin duda los acercó. “Ha sido un mentor para mí, una persona que me ha ayudado mucho dentro y fuera de la cancha, sobre todo enseñándome, cosas que él aprendió con los años. Es la persona a la cual me he acercado bastante”, confiesa el chileno.

Algo que se agradece, porque en estos meses de pretemporada, lo que más hay dentro del equipo es competencia. Todos se pelean un puesto y salvo las estrellas, nadie tiene nada seguro. Por eso las rivalidades y la fuerza entre los aspirantes es total. “Sales a la cancha y aunque sean tus compañeros, si hay que bajarlos, hay que meter el hombro y entrar fuerte. Hay que competir fuerte, no es fácil”, menciona Reyes.

Taylor Heinicke, uno de los mariscales de campo de Washington, caminando al campo repleto de maquinas de ejercicios. (Emilee Fails/Washington Football Team)

Esa realidad quedó atrás. Ahora ya todos tienen su puesto asegurado y no hay nada más por hacer, que remar juntos al gran objetivo: volver a estar en los playoffs. Un viaje que comienza el domingo 12 de septiembre, con el duelo ante Los Angeles Chargers. Pero antes de centrarse en eso, Sammis se toma un momento para pensar en si lograr ser el primer chileno en jugar en la liga de fútbol americano más exigente del planeta es el mensaje más importante que puede dar. Dice que no.

“Al final del día, lo que valgo como persona importa mucho más que lo que pueda hacer dentro de la cancha como deportista. Siempre tendré un mensaje de motivación para las personas que no lo están pasando bien, como yo tampoco lo pasé bien en su momento. Mi único objetivo es que cuando esté cerca de morir, pueda mirar para atrás y decir que hice todo por vivir una buena vida, por darle más al mundo de lo que pido de él y por tener un impacto real en la vida de otras personas”, remata. Una vida plena, dice. Que las náuseas de entrenamientos tiránicos sean un recuerdo agradable. La previa del éxito.

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