La crisis de Ucrania ha relanzado el papel del gas natural como arma estratégica. La posibilidad de que Rusia decida cortar el bombeo de gas a los países de la Unión Europea (UE) genera una gran inquietud. La empresa estatal rusa Gazprom suministra más de un tercio del gas que consumen los hogares y las industrias de la UE, una cifra que muestra una gran dependencia. Una parte importante circula por el gasoducto que surca el territorio ucraniano. De hecho, la amenaza rusa empieza a concretarse. El Kremlin ha anunciado que cortará una de las vías que abastece de gas a la UE, el suministro por el gasoducto Yamal, en Polonia. Previamente, Ucrania interrumpió el bombeo a través de otra canalización que discurre por su territorio rumbo al bloque comunitario.
Los expertos sostienen que si se cierra únicamente este conducto, el golpe, aún siendo fuerte, puede ser sorteado. Hay alternativas de contención, afirman. Pero hay que prever lo peor, que el presidente ruso, Vladimir Putin, decida cerrar todas llaves. Como dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el objetivo de la UE es “lograr un suministro continuo, suficiente y oportuno desde varias fuentes en todo el mundo”.
La crisis ha potenciado el mercado del gas natural licuado (GNL), que llega a destino en grandes barcos mercantes. Ofertas no faltan. El principal proveedor en esta época de crisis es Estados Unidos (EEUU). Desde el pasado mes de octubre una auténtica flota de grandes metaneros han ido llegado a Europa desde la costa este estadounidense, lo que ha convertido al país norteamericano en el mayor proveedor de GNL a la UE.
Margen de beneficio
Algunos de estos mercantes tenían como destino final países asiáticos, pero corrigieron el rumbo y acabaron atracando en puertos europeos. Ruta más corta y de más margen de beneficio. España es el país de la UE con el mayor número de plantas para la regasificación y almacenaje el GNL. Concentra siete de las 22 existentes en el continente europeo. De todas maneras, no será fácil distribuir desde la Península el combustible almacenado por carecer de gasoductos de gran capacidad. Hay que tener en cuenta también que el suministro de GNL vía marítima representa hoy un gran desafío logístico. Las redes de transporte marítimo están al límite como consecuencia de la acumulación de mercancías tras la paralización y ralentización del comercio mundial por la pandemia.
Bruselas también ha llamado a la puerta de Qatar, país que comparte junto a Irán uno de los mayores yacimientos de gas del mundo. En la actualidad, el porcentaje de GNL que llega a la UE del rico y pequeño emirato del Golfo Pérsico es solo del 5,2%. A la lista de proveedores se ha sumado también Australia que ha ofrecido su gas a Europa a precios “asequibles”.
A pesar de estos gestos de “buena voluntad”, el corte total de suministro ruso dejaría a algunos países europeos en situación vulnerable, como Alemania, en proceso de eliminar las plantas nucleares y abocada a quemar menos carbón para dejar de emitir CO2. Hoy en día, Alemania es el mayor consumidor de gas de Europa. Rusia le suministra más de la mitad de lo que consume. Tal vez por ello, Alemania sea uno de los países de la UE que se ha mostrado menos hostil con Rusia.
Viento a favor
Algo parecido pasa con Italia, otro de los países vulnerables, a pesar de que recibe gas argelino, pero del todo insuficiente para cubrir la demanda. En una entrevista telefónica esta semana, el presidente Putin, que días antes se reunió con un grupo de importantes empresarios italianos, lo que generó una gran polémica, prometió al primer ministro Mario Draghi que no le faltará gas.
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En todo caso, el paso de los meses hace que el viento sople a favor de los países europeos. El consumo de gas baja drásticamente a partir de la primavera. En esta época del año, la demanda desciende hasta un 60% respecto a la de enero. Pero hay que prepararse para lo que queda de invierno y para el siguiente, por si las cosas se acaban torciendo más de lo deseado.
En esta crisis todo puede suceder, pero los expertos creen poco probable que Putin decida cerrar el grifo del todo, principalmente porque supondría un duro golpe también para la economía de Rusia. El 85% de las exportaciones de gas ruso van a parar a los países de la UE. Un factor de presión para Putin, además, es el gasoducto Nord Stream 2, que recorre el lecho del mar Báltico hasta conectar con Alemania, sin pasar por Ucrania, para aprovisionar de energía Europa central. El gasoducto está pendiente de la aprobación del Gobierno de Berlín para ponerlo en marcha. Rusia tiene gran interés en este nuevo conducto ya que se añadirá al ya en funcionamiento NordStream, inaugurado en el 2011. El Nord Stream 2 doblará la capacidad actual de dicha infraestructura. Más venta y más beneficios.