Es un tópico, pero los primeros discos de cada grupo suelen ser sus mejores entregas. Casi siempre, el declive es progresivo, ya sea por falta de nuevas ideas, reiteración o adaptación a estándares comerciales. Un viaje que, muchas veces, es disfrazado de hipotética experimentación. Pues bien: a la gente de La Maravillosa Orquesta del Alcohol -la MODA para muchos- les sucede justo lo contrario. Cada nueva entrega supera la anterior, alejándose cada vez más de sonidos comerciales, atreviéndose a abrir nuevos horizontes. Y así llevan ya casi una década. Su nuevo largo, ‘Ninguna Ola’ (PRMVR, 2020), es la más flamante prueba de ello.
El título no es ninguna referencia epidemiológica. El proceso de creación se ha dilatado durante un par de años y “dos días antes de acabar el disco, cuando quedaban por grabar un tema y cuatro detalles, confinaron España”, relata David Ruiz, cantante y guitarrista del septeto burgalés, al otro lado del teléfono. “Es un disco inspirado en el cambio y nos gustaba la metáfora de las olas, porque nunca hay una ola igual que otra, nunca se repiten, pero tampoco desaparecen. Forma parte de un todo, y es como vemos la vida”, desarrolla el encargado de poner letras a las melodías de La MODA y admite que, aunque “es el peor momento para sacar un disco y hacer una gira”, han querido seguir adelante para reivindicar “el papel que juega la música y la cultura en la vida de las personas”.
“Dos días antes de acabar el disco, cuando quedaban por grabar un tema y cuatro detalles, confinaron España”
Ruiz recibe la llamada desde el local de ensayo de La Maravillosa Orquesta del Alcohol, donde le acompañan sus seis compañeros de tablas. Nacho Mur, el guitarrista, recalca que uno de los puntos en los que se sienten más orgullosos es de haber grabado el disco “tocando todos a la vez, sin metrónomo, algo impensable hace unos años; eso lo impregna de energía e intensidad.”. “Es el reflejo de lo que somos y nuestro gusto e inquietudes actuales, porque si el disco sonara igual que el anterior, algo habríamos hecho mal”, apostilla.
Sobrio, reposado, maduro
Si antes se podía apreciar la evolución de la banda en cada nueva entrega, también es cierto que siempre eran un punto y seguido. El nuevo lanzamiento, en cambio, tiene el honor de inaugurar párrafo. Es más sobrio, más reposado, más maduro; adjetivos que parecen ser norma en los diez cortes de ‘Ninguna Ola’, donde los pasajes más frenéticos han quedado al margen. Buena parte de la culpa la tiene el productor catalán Raül Refree, al que conocieron durante un viaje en el que ambos actuaban -por separado- en el festival Rock al Parque (Colombia). Decidieron probar con él para grabar dos singles, ‘La Zona Galáctica’ y ‘Colectivo Nostalgia’, este último incluido en ‘Ninguna Ola’. “Pensamos que alguien de fuera y de tanto peso como Raúl nos podía llevar a ese punto más que queríamos conseguir”, asegura Jacobo Naya, el más pluriempleado en la parte instrumental: se reparte entre teclados, percusiones, banjo y guitarra. “Nos ayudó a ir a lo concreto, a la emoción que aportaba cada golpe, cada acorde, cada instrumento de los múltiples que tocamos en la banda”.
La instrumentación es, precisamente, donde más se aprecian estos nuevos cambios. “Hemos intentado no repetirnos. En otros discos podías escuchar todo más a bloque, pero en este hemos tocado menos los siete a la vez para ir más a la esencia, buscando los golpes efectivos, aunque es en el que más hemos participado todos”, explica el hombre a cargo del acordeón, Joselito Maravillas. La apuesta por Refree es bien distinta a la su anterior lanzamiento discográfico, el EP ‘Ni un minuto más’ (PRMVR, 2018), grabado en Chicago por Steve Albini, cantante y guitarrista de Shellac, además de artífice de la grabación de discos como ‘In Utero’ (Nirvana) o ‘Surfer Rosa’ (Pixies). “Él se define como ingeniero: se preocupa de que suene bien, pero en la creación musical no influye para nada”, apunta Jorge Juan Mariscal, el bajista, sobre la principal diferencia de este con Refree, que ha trabajado con artistas como Lee Ranaldo (Sonic Youth) Rosalía, Amaia Romero, Silvia Rodríguez o Josele Santiago.
“No queremos que nos etiqueten de ninguna manera y, por eso, seguimos haciendo un poco lo que nos da la gana”
“No queremos que nos etiqueten de ninguna manera y, por eso, seguimos haciendo un poco lo que nos da la gana”, sentencian los de Burgos, que explican que el título del nuevo álbum también tiene otro significado: “No formamos parte de un movimiento musical o artístico concreto. No somos parte de ninguna ola”. La etiqueta ‘folk’ -hubo quien, hace tiempo, les tachó de ser los Mumford & Sons españoles– ha perseguido a La MODA desde aquellos inicios de ‘Los hijos de Johnny Cash’ en lo que comentaban que su estilo bebía “del ‘bourbon’ de Nashville, de la ‘Guiness’ irlandesa y del vodka ruso. Imagínate a Johnny Cash, Goran Bregovic y The Pogues tocando y bebiendo juntos”.
“Éramos entrañables, la verdad”, bromea Ruiz sobre este punto, subrayando cómo se ha ampliado el abanico de influencias mucho más allá de lo anglosajón. Por ejemplo, en ‘Ninguna Ola’ se aprecian recursos que se mueven en el terreno de la música electrónica o, incluso, afinando mucho, el math rock, como en el riff de ‘La Vuelta’. No obstante, desde sus inicios, la banda ya daba cuenta de su eclecticismo, atreviéndose a versionar Silvio Rodríguez, pero también a Eskorbuto o AC/DC, y colaborando con artistas tan dispares como Quique González, Gorka Urbizu (Berri Txarrak), Iseo o Juancho Marqués.
“Hacemos siempre lo que queremos”
“Nos gusta poder seguir haciendo cosas distintas, no repetir fórmulas simplemente porque hayan funcionado en el pasado”, asevera Caleb Melguizo, percusionista del conjunto, que menciona bandas como Fontaines DC o The Low Anthem como las más escuchadas últimamente por los burgaleses. Su compañero Alvar de Pablo -saxofón y clarinete- saca pecho por la independencia de la banda: “Hacemos siempre lo que queremos: primero pasa nuestra criba, luego la del productor y finalmente la del público. Con tanto ensayo nos gusta experimentar e ir aplicando instrumentos nuevos, ritmos nuevos, para sentirnos más cómodos y mejor con la música”.
La fórmula, de cualquier modo, ha sido bien exitosa gracias a himnos que lanzaron bien tempranos, como ‘Nómadas’ (¿Quién nos va a salvar?, 2013), y han tenido más que dignos sucesores. Es lo que les ha llevado a crecer aún más en cada gira, superando toda sospecha de techo. Hace un año despidieron su gira en el Palacio de los Deportes de Madrid, agotando las 15.000 localidades. “Nos ha sorprendido tocar en el WiZink, es algo increíble que hemos disfrutado un montón, pero nunca ha sido nuestro fin. Hacemos las canciones porque nos gusta, para contar algo, para transmitir”, defienden. Una filosofía que definen como “pasión, honestidad y carretera” y explica que se hayan ganado a pulso a cada fan. No quedaba otra: la banda siempre ha funcionado de forma autogestionada hasta las últimas consecuencias, ya que apenas delegan tareas: entre los siete se reparten absolutamente todo el trabajo que da el grupo, y no es poco.
La banda siempre ha funcionado de forma autogestionada hasta las últimas consecuencias, ya que apenas delegan tareas
Son, junto a Vetusta Morla, las grandes excepciones de la música independiente en España en los últimos años, capaces de haber construido una legión de fans sin haber dependido de nada más que de su propio trabajo. Hace unos meses llegó la oferta de una importante multinacional -no han revelado el nombre- y corrió la misma suerte que las anteriores. “Hubo un momento en el que paró todo porque no había más de donde rascar. No queríamos hacerlo y ya está, no pasó nada más”, zanja Naya, que celebra: “Hemos conseguido continuar con el modelo por el que apostamos y nos sentimos cómodos, aunque sea complicada y ardua la tarea de encargarnos de todo, pero también es cierto que tenemos la ventaja de ser siete”.
Eso sí, prefieren no mojarse cuando le preguntan si podrían haber tenido una trayectoria similar fichando por una gran discográfica: “No tenemos ni idea de si funcionando de otra forma habríamos podido hacer este disco, nosotros estamos en el pueblo, en Burgos, ajenos a toda la movida”. Cabe decir que habría sido bien raro fichar con una gran compañía para sacar un disco cuyos primeros versos susurran: “Andan vendiendo en el mercado todo lo que yo no quiero ser”.
La maravillosa conexión generacional
“Me gustan canciones tristes porque hablan de gente que apartasteis”, se sincera Ruiz en U’n bombo y una caja’, tercer corte, y es que el clima del disco sigue siendo de aquellos “himnos de alergia a la alegría” que cantaban en ‘Mil Demonios’. Siendo sinceros, van como anillo al dedo para el año que ahora acaba. Sus letras son cada vez más ricas, menos evidentes y repetitivas. Se mantiene el ímpetu crítico en los versos, siempre con un cierto manto críptico que no evita que hablen claro. Es habitual que mezclen, de forma casi indivisible, problemáticas sociales o políticas con la exposición sentimental, algo no demasiado habitual en estos lares. “Todo lo que vives te acaba influyendo y es muy difícil separarlo. Cada canción tiene muchos temas, se mezcla todo lo que te inspira en ellos, para bien y para mal”, apunta Ruiz sobre esta particularidad, pues trata de expresarse “de la forma más única o personal posible”: “Para hacerlo como otros grupos, escribir como otros o sonar como otros, ya están los que lo están haciendo así. Lo hacemos a nuestra manera, tampoco lo pensamos mucho”.
Por otro lado, el letrista prefiere no dar muchas explicaciones sobre esta parte de su obra. “Explicar las letras es un poco bajón, no nos gusta hacerlo, porque todos los puntos de vista son válidos: igual el del oyente del que la ha escrito”, asegura para poner en valor la condición “pública” de las canciones, ya que “si no es pública, no es una canción”. En cualquier caso, la idea de pertenencia es una de las que más se desarrolla por todo el disco, debido a la tensión que genera “el sentimiento de pertenencia a la masa, al rebaño, ser uno más, sentir que perteneces a ese grupo homogéneo y tienes la aprobación del resto” con “la lucha por mantener tu propia identidad y personalidad frente al embudo por el que nos quieren hacer pasar a todos”. Al mismo tiempo, admite, “es super humano querer pertenecer a algo y sentirte protegido por un colectivo, no estar solo en la vida”. “No sé si es sociología… o palabrería”, bromea para quitar intensidad al asunto.
“La MODA describe sentimientos y hay gente de todas las edades que se siente identificada”
Sobra decir que las letras son una de las claves en el éxito del grupo: conectan como pocas con los veinteañeros -algunos ya treintañeros- como ellos. No obstante, pese a ese carácter generacional, Ruiz defiende que “La MODA describe sentimientos y hay gente de todas las edades que se siente identificada”: “Nos hemos sorprendido en conciertos hablando con gente muy mayor que salían emocionados como si fuera un grupo de su adolescencia, pero también con gente de mediana edad, de nuestra quinta o incluso chavalillos. A veces tenemos muchas etiquetas y juicios en la cabeza, pero la música luego se encarga de derribarlos y juntar a un heavy y un punki con un señor al que le gusta el folklore castellano. Es algo que nos molaría seguir manteniendo, que venga todo tipo de peña porque nuestra música va en contra de poner barreras”.
“No hacemos esto para vivir de la música”
‘Ninguna Ola’ puede despistar a algunos seguidores de la banda. Sobre todo, a los que les han conocido a golpe de festival, donde los conciertos se acaban transformando en una fiesta, con bailes y pogos incluidos. “Cada uno siente las canciones de una manera y evidentemente estas canciones no son las más festivaleras, pero nosotros no vamos buscando eso”, responde Mur, el guitarrista, sobre esta cuestión: “Tampoco es que los discos anteriores estuvieran hechos para saltar y bailar en festivales, aunque nos alegra que la gente lo reciba así. La reacción que vemos es emocional, sobre todo por la importancia de las letras, y este disco sigue ahondando en eso. El directo siempre tiene todo ese punto de comunión con la gente, así que hay muchas ganas de ver la reacción”.
El mundo de los conciertos sigue en coma y, por ahora, han pospuesto la gira y no han anunciado ninguna fecha por precaución
Pero, claro, ¿cuándo llegará? El mundo de los conciertos sigue en coma y, por ahora, han pospuesto la gira y no han anunciado ninguna fecha por precaución: los continuos cambios en las restricciones pueden dar al traste con algunos de ellos, así que prefieren no marear al personal hasta que no estén seguros. El batería, Melguizo, ya anticipa que harán “lo que se pueda para transmitir y tocar en directo este disco”. Aunque la acogida de La Maravillosa Orquesta del Alcohol ha sido incontestable desde sus inicios, poniéndose en los primeros puestos tanto en ventas físicas como escuchas en streaming y con conciertos multitudinarios por todo el mundo, no dejan de ser una banda autogestionada de siete músicos que llenan la nevera y pagan facturas gracias a sus canciones. Llevaban ya un año de parón de directos para preparar el disco y ahora no saben cuándo volverán a tocar. ¿Peligra la supervivencia de La MODA si esto se alarga?
“No hacemos esto para vivir de la música”, asevera Melguizo, que reconoce que “la situación es complicada para el sector de la cultura, especialmente para toda la gente que es menos visible, como los técnicos”. “La prensa musical, los técnicos, la gente que lleva salas… Está mal para todo Dios. Somos una banda independiente, no tenemos discográfica, siempre hemos subsistido autogestionándonos, pero está claro que si no tocamos sería insostenible en el tiempo”, continúa David, que advierte: “No hemos echado cuentas porque no somos como una empresa al uso y no sabemos hasta qué mes tenemos, pero seguiremos tocando aunque tengamos que ponernos a hacer pizzas”.
Son tiempos chungos pero una de las cosas que lo van a hacer mejor es la cultura, la música, y ahí vamos a estar
“Cuando empezamos con el grupo no vivíamos de la música y no era el objetivo número 1. Ojalá podamos seguir muchos años viviendo de la música, pero viviendo por la música vamos a estar toda la vida. Esa es la vaina”, matiza el cantante y guitarrista. Por último, prefiere ver la situación con algo más de perspectiva: “Estamos jodidos como todos, así que imagina grupos que llevan menos años que nosotros, y muchas salas, sellos y medios que van a desaparecer. La situación es grave y delicada, pero es así para todo el mundo, no solo es cosa de la música. También por solidaridad uno intenta no solo mirar y quejarse de lo suyo, sino mirar colectivamente. Son tiempos chungos pero una de las cosas que lo van a hacer mejor es la cultura, la música, y ahí vamos a estar para poner nuestro granito de arena”.
Como dicen en ‘Colectivo Nostalgia’, epílogo del álbum, “La vida es suficientemente contundente / Como para andar llorando por ahí”.