El cuarto retiro del 10% que ya aprobó la Cámara de Diputadas y Diputados confirma que no estamos frente a un problema “técnico”, sino que frente a una evidente realidad política que comenzó a gestarse hace 4 décadas y que mutó desde una gran “mentira” a una gran “verdad”.
En efecto, cuando durante 40 años le han machacado al país entero una publicidad engañosa -apoyada por autoridades, ex autoridades, profesores, columnistas, ídolos del deporte, y otros personajes- repitiendo que “tú eres dueño de tu cuenta individual de la AFP” y, de repente, te encuentras con la pandemia del COVID 19 que te deja sin empleo, o sin poder trabajar en tu propia actividad, o bien, recibiendo un escuálido y decreciente subsidio de cesantía sin estar cesante y, a eso, se suma un Estado incapaz de prestar ayuda oportuna, caes en la desesperación o la necesidad de recurrir y exigir esa plata que te han repetido miles de veces que es tuya pero que, ahora -con el respaldo del Tribunal Constitucional- te dicen que no puedes tocarla, porque es “el ahorro para tu futura pensión”.
De ahí, el desconcierto total cuando descubres que tu plata -junto a la de todos los demás- registrada “nocionalmente” en tu cuenta de la AFP, la están aprovechando los grandes consorcios empresariales del mundo para desarrollar sus negocios. Nace así, la indignación de la desconfianza. Sientes una especie de “traición institucionalizada” al encontrarte con que, mientras pasabas hambre o las penurias de la pandemia encuarentenado/a, “ese dinero que te pertenece” es recibido y utilizado -hasta que cumplas la edad para jubilar- por grandes empresas como una potente inyección de “plata fresca y barata como un crédito sin intereses y a tan largo plazo que no tiene fecha de pago”, porque -te explican ahora- se trata de “la inversión de tu ahorro”.
Es tal el arraigo y convicción que se generó sobre la propiedad de las cuentas individuales en la AFP y un asunto tan extendido que se transformó en un sentimiento colectivo compartido hasta por personas que no tienen ni un peso en la cuenta, o sea, nada que retirar.
Entonces, el “problema técnico”, el desastre de la economía, la profundización de la crisis, el alza del dólar, el fantasma de la inflación, las pérdidas que acarreará la liquidación anticipada de los fondos para solventar -sobre todo- este cuarto retiro y los que puedan venir, más todas las consecuencias económicas que se puedan derivar de eso, dejaron de ser una explicación valedera frente a una “masa crítica” de ciudadanas y ciudadanos cotizantes “indignados” que creen en su sagrado “derecho de propiedad” y que, con toda legitimidad, no quieren que una AFP y nadie les administre lo que les es propio.
Menudo problema que le tocará enfrentar al Senado con la presión de la “discusión inmediata” urgida por el Gobierno y la coacción social por exigir su plata. Esto con el ingrediente que las definiciones deberán tomarse en fechas muy cercanas a un segundo aniversario del 18 de octubre.
Ante estas circunstancias, es dable pensar que el Senado -o una Comisión Mixta, en su caso- previo a cualquier cosa -como hemos señalado- debe considerar en toda su dimensión que el problema hace mucho rato dejó de ser meramente técnico y pasó a ser esencialmente político.
No podemos dejar de observar que pese dificultades técnicas que puede presentar el cuarto retiro, su aprobación resuelve rápidamente el conflicto político y posibilita que el debate presidencial vuelva a centrarse en las propuestas principales de la candidata y de los candidatos. Entre ellas, el necesario cambio del sistema de pensiones, discusión que, por el contrario, no tiene su eje puesto en continuar con una seguidilla de retiros o con el absurdo único retiro del 100% propuesto por el candidato de la derecha.
En definitiva, la tarea de la política requiere, hoy día, resolver un problema actual y urgente, con sentido social y de realidad; teniendo la visión suficiente para NO convertir la solución técnica en obstáculo generador de una grieta entre lo político y lo social.
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