El 31 de enero de 1993, Michael Jackson hizo historia en un estadio de fútbol americano. En concreto, en el Rose Garden de Pasadena, en el estado de California, donde redefinió para siempre el sino de la Super Bowl, que pasó de recibir únicamente la atención de los amantes de un deporte minoritario fuera del país de las barras y las estrellas a tener la atención mediática de todo el planeta. Aquel día de hace casi tres décadas, el Halftime Show de la Super Bowl alcanzó una dimensión superior, y nunca jamás la ha abandonado.
Tanto es así que la semana previa al partido es siempre uno de los temas recurrentes en la agenda mediática. Y por mucho que este año el encuentro vaya a enfrentar al gran estandarte de este deporte, Tom Brady, marido de Gisele Bündchen, y la estrella emergente del mismo, Patrick Mahomes -43 vs. 25 años, respectivamente-, son muchos millones de personas en todo el mundo los que se pondrán delante de la televisión no para verles a ellos, sino para disfrutar con aquello que tengan preparado The Weeknd y Miley Cyrus, los protagonistas del miniconcierto del descanso que tiene tanta repercusión o más de lo que ocurre en el campo de juego.
Muchas personas, incluso las que no sepan ni cómo es un balón de fútbol, tienen el recuerdo de aquella actuación memorable de Jackson. En cambio, muy pocos recuerdan que un año antes, el 26 de enero de 1992, en el mismo evento, se subió a su escenario temporal el primer icono femenino de la música a nivel global que actuó en la Super Bowl, ni más ni menos que Gloria Estefan. Para tener una mínima dimensión de aquello, acudió invitada a una edición celebrada en el estado de Minneapolis, lugar donde hasta la sangre latina se congela por el frío. Nada que ver con el círculo que cerraron el año pasado Jennifer Lopez y Shakira, que compartieron por primera vez en sus respectivas carreras escenario en la Super Bowl, hecho que es una prueba irrefutable del prestigio que le aporta actuar en este evento incluso a ellas, dos de las mujeres más importantes de la historia contemporánea de la música. Eso sí, nótese la diferencia: ellas lo hicieron en Miami, icono latino de Estados Unidos, aunque no les quita mérito alguno. Simplemente es algo que explica cómo ha evolucionado la cita en estos casi 30 años.
Tres décadas de moda
Treinta años de un evento anual que se ha convertido, a su manera, en un espejo de las tendencias. En música, por supuesto, pero también en lo que respecta al mundo de la moda. Y es que ha llovido mucho desde aquel vestido drapeado con escote barco propio de una invitada de boda de principios de los 90 de Gloria Estefan hasta el look a juego en tonos metalizados y con un enorme simbolismo -justo en pleno boom de las superheroínas femeninas, ¿sería casualidad dicha estética? No lo parece-, de las divas del Bronx y de Barranquilla, respectivamente.
Curiosamente, el metalizado es un elemento común de la gran mayoría de las estrellas de la música femenina que han pasado por el Halftime Show de la Super Bowl desde que lo llevara Gloria Estefan en un vestido al que, las cosas como son, los años no le han sentado demasiado bien.
No apostó por él Christina Aguilera, que cantó junto a Enrique Iglesias en el año 2000 con un outfit tan poco rimbombante que sería impensable verlo de nuevo en un evento así.
Un año después, la que muchos han bautizado como su gran rival en el trono de la música pop a comienzos del siglo XXI, Britney Spears, elevó el peso de la moda en el conjunto de un show que protagonizó junto a Nelly, Mary J Blige y *NSYNC en pleno boom de su noviazgo con Justin Timberlake. Spears representaba por aquel entonces el descaro de las nuevas generaciones jóvenes, ávidas de un estilo de vida alejado de los formalismos de sus mayores, y su ropa tenía mucho que ver en ello. De hecho, visto desde la distancia, el look deportivo que escogió para aquella actuación fue toda una premonición de lo que vendría después, dos décadas en las que la búsqueda permanente del confort ha llevado a la moda sporty a ser protagonista hasta en las pasarelas más lujosas. Por supuesto, Britney lo interpretó entonces como tocaba, con cropped top, recuperado para la causa en el presente, y pantalones de talle bajo, todo lo contrario a lo que llevamos en el 2021.
Dos años más tarde, Gwen Stefani, transgresora donde las haya, dobló la apuesta de Britney por la moda athleisure al compartir escenario -junto a su grupo de entonces, No Doubt– con Sting enfundada en unos joggers y un cropped top metalizado, cómo no.
La crisis ‘pospezón’
Esto sucedió un año antes del siguiente gran punto de inflexión de la Super Bowl, otra vez con el apellido Jackson de por medio: la actuación de Justin Timberlake, ya sin JC y compañía, junto a Janet. ¿Lo recuerdas? Si no sabes lo que ocurrió entonces, o eras muy joven o no perteneces a este mundo… El hasta entonces ‘chico bueno’ Timberlake, que ya lo había llorado todo por Britney -‘Cry me a river’ se lanzó en el 2002, dos años antes de esta actuación, para que te sitúes en el tiempo-, dejó al descubierto un pecho de la hermana del hombre que había cambiado la historia de un show que tampoco volvería a ser el mismo desde aquello.
La organización decidió aplicar un delay de varios segundos en la retransmisión en directo desde entonces para evitar emitir este tipo de escenas imprevistas en lo que podría ser catalogado como censura, y las estrellas del pop femeninas desaparecieron del mapa de la Super Bowl durante casi una década en la que su deseado escenario quedó reservado para iconos masculinos de otros estilos musicales, como Paul McCartney, The Rolling Stones, Prince o Bruce Springteen, entre otros. Ni rastro del sexo femenino hasta que en el año 2011 The Black Eyed Peas, con Fergie a la cabeza, protagonizó un Halftime Show del que pocos tienen recuerdos, sobre todo porque lo que ocurrió en los dos años posteriores eclipsó los casi diez años de ausencia de estrellas femeninas encima de su escenario.
Madonna y Beyoncé inician la década de las divas
Madonna dio inicio a la era dorada de la conquista femenina del Halftime Show de la Super Bowl con una performance para el recuerdo que pone a la moda en el centro de todas las miradas junto a otros elementos como la luz, secundarios hasta la fecha en el evento, demostrando que el concierto del descanso es sobre todo un espectáculo visual para los que lo siguen por televisión, y eso implica, entre otros aspectos, que la ropa importa tanto o más que la música.
El metalizado, dorado en este caso, se sumó al negro como el color protagonista de un vestuario que Madonna podría llevar en un concierto poscovid. Y de la reina madre a la reina hija, Queen B, que le dio continuidad al cambio de registro que su predecesora le había dado al evento un año antes. De nuevo, el negro, la sensualidad, el encaje o las botas altas de tacón se convirtieron en elementos clave de un show inolvidable, para muchos el mejor que ha tenido lugar en un descanso de la Super Bowl. Sí, incluso por delante del de Michael Jackson.
Tal fue el hype de la actuación de Beyoncé, que volvió a los doce meses junto a Bruno Mars y, cómo no, volvió a reinar. El empoderamiento femenino en el Halftime Show se completó al año siguiente, en 2015, con una perfomance con un gran contenido visual pero de factura muy distinta, firmada por Katy Perry. La artista norteamericana optó por una estética completamente diferente, un universo de colorines propios de un videojuego del que quedó, por encima de todo, su imagen saliendo al centro del escenario con un minivestido con estampado de llamas de fuego subida en un tigre gigante al ritmo de ‘Roar’, su hit en aquel momento. Seguramente no estuvo al nivel de sus predecesoras, pero ¿quién hubiera podido estar siquiera cerca de la estela dejada por Madonna y Beyoncé?
Quizá Lady Gaga, precisamente la gran heredera del estilo Madonna. Solo ella podía devolver al paladar de los espectadores fieles del Halftime Show el recuerdo del sabor de boca que le dejaron Madonna y Beyoncé un lustro antes. Y lo hizo. Vaya si lo hizo. En la Super Bowl del 2017 se marcó un show por todo lo alto, literalmente. Porque para la historia quedó su imagen volando por encima del escenario enfundada en un mono futurista metalizado (de nuevo), cubierto de brillos y con un detalle que anticipaba una tendencia que ha sido tal hasta hace muy poco, la vuelta de los hombros exageradamente marcados.
Justin Timberlake de nuevo -mira que nos gusta, pero igual ha sido un poco excesivo…- y Maroon 5 nos privaron en los años posteriores de seguir disfrutando de las que sin duda han sido las grandes actuaciones de la Super Bowl de este siglo, las protagonizadas por las divas del pop en la década recién concluida. Afortunadamente, a un dominio tan abrumador le hacía falta una guinda que llegó a tiempo con el increíble show latino que se marcaron Jennifer Lopez y Shakira el año pasado en Miami antes de que nuestra vida sufriera el gran apagón.
Miley, probablemente el único referente mundial en clave femenina del pop reciente que todavía no ha pisado el Halftime Show de la Super Bowl, nos ha devuelto la luz con su actuación junto a The Weeknd en la ciudad californiana de Tampa Bay, sede de la Super Bowl LV, su edición número 55. El show y sus respectivas actuaciones han estado a la altura de los últimos MTV Video Music Awards, ha merecido la pena trasnochar un invierno más.